AL TRASLUZ
Lo indestructible
Con la crisis, hay menos litigios matrimoniales, según una información de Carmen Tapia, publicada por este periódico. No se trata tanto del triunfo de la ruptura civilizada como de ahorrarse costes. Llegar a acuerdos, sin pasar por el juzgado, resulta más barato. Hoy en día, hasta los adioses han de ser más austeros. «Paco eres el hombre de mi vida, pero de la que llevábamos antes, no de esta birria de ahora, sin veraneo en Marbella». O «Julia te quiero mucho, como la trucha al trucho, pero desde que te han quitado la extra lo nuestro ya no es lo mismo». Obviamente, lo he expresado en broma. Hay a quienes los sentimientos hacia su pareja no le resisten dos asaltos. Sin embargo, exageraciones paródicas aparte, ¿cómo extrañarse de que en medio de tantas zozobras haya parejas que estén sufriendo conflictos internos antes inexistentes? Una crisis es ya demasiado, dos son un patatús.
Pero también las situaciones difíciles permiten al amor manifestarse en sus registros más profundos. En la salud y en la enfermedad, que dice la promesa. Eso sí, la mayoría no necesitamos vivir un naufragio con la mujer para saber que lo comprometido aquel día sigue aún en pie.
¿Cómo no va a afectar a los sentimientos el fardo de problemas que ha caído sobre el país: quiebras, despedidos, sectores profesionales condenados a la desaparición…? ¿Cómo tales tensiones no van a dinamitar convivencias hasta ayer sin grandes problemas, más allá de esos de los que se sale con una sonrisa antes de que el día termine? Detrás de un minero, de esta funcionaria, de aquel pequeño comerciante, de ese pintor, de usted y de mí… además de una biografía personal y única, hay una historia de amor… logrado, perdido o anhelado, que nos singulariza y nos explica. Unamuno llamó «intrahistoria» a la integrada por quienes no salen en las enciclopedias, aunque sean más grandes que los gigantes oficiales.
Aunque este tiempo aciago pueda parecernos poco favorable al amor, aún quedan en pie todas las grandes promesas que ninguna crisis económica podrá destruir, y no solo porque hoy un adiós salga más caro, sino porque encarnan lo indestructible. El viejo motor que jamás falla, aunque, a veces, le rechine alguna pieza.