FUEGO AMIGO
Centenario de Leonor
Un azulejo recuerda, a la entrada del castillo de Almenar, el nacimiento de Leonor Izquierdo (1894-1912), «esposa breve y musa permanente de Antonio Machado». Entonces, el castillo albergaba en sus bajos y mazmorras un cuartel de la Guardia Civil, donde su padre era cabo. Leonor fue bautizada en la iglesia de San Pedro, que preside la plaza por la que atraviesa la carretera. El castillo fue escenario de una leyenda de Bécquer y solar del condado de Gómara, un título que ostentó hasta su muerte, hace treinta años, Rafael de León, el rey de la copla, también marqués de nuestra Tierra de la Reina. Cerca del castillo, el santuario de la Llana alberga el arca voladora y los arreos del cautivo de Peroniel, llegado misteriosamente desde África. Acaso compartió vuelo y aventura con Alonso Rivera, de quien se muestran el arca y las argollas en La Virgen del Camino.
El poeta había conocido a Leonor en la pensión de sus padres, a finales de 1907, y se casaron año y medio más tarde, con grave escándalo por la diferencia de edad: diecinueve años, de apenas 15 a 34. La relación con Leonor ilumina su primera imagen de un paisaje adusto poblado por seres primitivos. En ese ámbito deposita el iris de la esperanza y a él volverá dolido, ya con la nostalgia de una grave pérdida.
Con Leonor cumple Machado su deseo de volver a París, donde asiste a las clases de Filosofía de Bergson. Leonor se entretiene paseando por el Jardín de Luxemburgo con Francisca Sánchez y con su hermana María, cuyas vivencias tan parejas enseguida disparan la complicidad. Son de Navalsauz, un pueblecito de Ávila, y Paquita acompaña al poeta Rubén Darío. Pero aquel paraíso empieza a resquebrajarse en medio del jolgorio de la fiesta nacional francesa. Un vómito de sangre revela que Leonor es víctima de la tuberculosis. El poeta gasta todos sus ahorros en cuidados médicos y para volver a Soria pide ayuda a Rubén, que le anticipa los francos de los billetes. Ya en la ciudad del Duero, Antonio se vuelca en el cuidado a Leonor, a quien pasea cada día en una silla de ruedas hasta los altos del Mirón. El 1 de agosto de 2012 muere en sus brazos. El poeta huye de la ciudad, sacudido por el desgarro.
Un libro modélico y decisivo, apenas conocido, esclarece la huella de Leonor en Machado: Sólo tu amargura es ella , de Marcos Molinero. En sus páginas se sigue el vínculo del poeta con la familia de Leonor, sus envíos de dinero desde Baeza y Segovia, la encomienda a los amigos profesores de los estudios de la hermana pequeña, cuyo trasiego de recados y mensajes evoca Gerardo Diego en un poema. Ya sólo queda pendiente el cumplimiento de su ruego: «Cuando muera, amigos míos… a la tierra castellana llevadme, cerca del Duero». Al Espino, con Leonor.