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Publicado por
Eloína Martín Báez. león
León

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La envidia en el entorno del parque Ángel Barja

Señores lectores y vecinos, el que más o menos, y hasta yo, sabemos que una puerta no se abre y cierra a capricho o decisión propia. Anda que no necesita permisos y autorizaciones e incluso hasta el permiso del señor Julio Cayón.

Vecinos, esa puerta que tanta envidia suscita lleva abierta mucho antes de que ustedes nacieran, pues tiene más de 70 años, si no pregunten a sus mayores.

Al pasar la finca a mi propiedad, no hice más que documentarla como mandan los cánones y el Ayuntamiento. La suerte que tuvimos es que con el tiempo, en lugar de dar la puerta a un basurero y escombrera, ahora da a un parque (parque Ángel Barja); de ahí las envidias de muchos vecinos y usuarios de este espacio verde. Y no, señores, no es una extensión de mi casa. El parque para mí es tener un espacio verde, sólo tengo que abrir la puerta de mi casa y hasta puede que pase más tiempo en el parque que cualquier vecino y, por eso, si me tienen que acusar de algo sería de desgastar el césped algo más que los demás usuarios.

Señores lectores y vecinos, también tengo la suerte de tener en mi casa un hermoso patio con su pequeña huerta para mi uso y disfrute. Por eso les aseguro que no tengo la necesidad, ni mi hija de salir al parque a tomar el sol y menos en «topless».

En cuanto a eso que aseguran de que tengo la llave de la caseta de los jardineros... de verdad, la gente no tiene otra cosa que decir que jugar con el puesto de trabajo de personas que sólo cumplen con su cometido. Si no tienen apenas agua para regar el parque, cómo se va a regar mi patio.

Lo único que nos une a la citada caseta es informar a los jardineros cuando aparece la fauna nocturna e intenta romper el candado y mobiliario del parque, porque los hijos de los vecinos de León (ya no voy a decir los vecinos del parque), se aburren y dejan dicho parque como basurero que fue.

Queridos lectores, el ser humano es envidioso por naturaleza, sólo que ahora con la excusa de la crisis para no ver, ni acordarnos de nuestros problemas, los buscamos en los demás.