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León

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No sabe nadie lo que le va a costar a León la sangría social y económica que derivará del cierre de las minas, precipitado por el ministro canario que llama paniaguados a los leoneses sin que ningún dirigente del PP de aquí le recuerde cómo se costean los vuelos entre las islas. O las prebendas por vivir en ultramar. Sólo se atrevió a replicar Pedro Muñoz, ese alcalde coraje que en sus resoluciones por el sector económico que da de comer a sus convecinos demuestra que está en esto de la política por algo más que por su parecido a John John Kerry cuando Pelines lo fichó para ser parlamentario de la UPL.

A estas alturas de conflicto, que el Gobierno libere 111 millones de euros más o menos no basta para enjugar tanto pimpampum a la minería en los medios de comunicación (los que controla Rajoy y los entregados a la causa), por ende a los mineros, y por supuesto al territorio leonés que tiene un 20% de su producto interior bruto relacionado con el carbón. Después de oír a algún tertuliano con tres mil euros de minuta por palabra quedó la idea de que los mineros tienen segunda residencia en Marbella y una pensión de ex ministros en la Caja.

La cosa, por mal que se dé, mejora las previsiones más optimistas de la consejería para la Minería de la Junta de Castilla y León; caen las minas mientras se disparan las ventas de un monoplaza a pilas. No sabe si se pagan impuestos para sostén de una política industrial estratégica y de ocupación de territorio con repercusión social o en una que no tiene más base que la perspectiva de un comercial de concesionario de automóviles sin gasolina.

Para aliviar las malas noticias este primero de agosto, una fabulosa. Se toma la N-120, hasta el límite del Páramo. La actividad delata en plena noche y convierte a Villadangos en puerta de entrada al mañana, cuando la zona norte de la provincia esté tomada por el jabalí y el corzo por el capricho del ministro canario que se postula para sustituir a Rajoy. Una factoría de distribución de alimentación da empleo a mil personas y mueve mercancía para todo el norte de la Península. La culpa la tiene un empresario valenciano que entre actividad directa e indirecta ya ha hecho más por León que Don Quijote por La Mancha. Dan ganas de no contarlo, no sea que se entere Villanueva y lo cierre.