editorial
Minería, otra batalla al terminar la guerra
El anuncio de la incorporación hoy al trabajo de los cuatrocientos mineros de Uminsa —lo habían hecho ayer los doscientos cincuenta de Alto Bierzo y el viernes pasado los de la Hullera Vasco Leonesa— pone fin al largo —nada menos que setenta días— y penosísimo conflicto —Marcha Negra, encierros, Manifestaciones, violentas protestas...— de la minería leonesa.
Pero la herida abierta por los severos recortes del Gobierno a la producción de carbón —el 63%— se cerró con el dolor de un navajazo incurable y el desgarro de una nueva puñalada. Y con un giro imprevisto pero previsible: los temidos anuncios de ajustes por parte de las empresas, pactados en el caso de la HVL y anunciados ayer mismo en el caso del Grupo Alonso, encabezado por el empresario que probablemente más haya hecho en la historia de la conflictividad laboral por avivar el fuego.
En la asamblea que precedió a la salida de los cinco del pozo de Santa Cruz y que puso fin a una huelga se anunció otra ya para la próxima semana. Esta vez contra el propio Alonso, por modificar los turnos y rebajar los salarios de 160 operarios del cielo abierto de la Gran Corta, en Fabero. El empresario no está ahora al lado, se ha puesto enfrente. Puede que él y los sindicatos sean los derrotados en esta guerra, pero los perdedores son sólo los mineros. «No hemos conseguido nada», decía uno de los encerrados de Santa Cruz cegado por la claridad tras 26 días de encierro. No hay sosiego para los mineros.
Ni siquiera a la luz del sol.