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Qué más puede hacer el Gobierno para convencer a nuestros socios europeos de que España asume sus deudas y tiene intención de saldarlas? Vistas las reformas anunciadas por el Presidente Rajoy, no tiene lógica que lo mercados se comporten como lo hacen se lamentaba el ministro Luis de Guindos en una reciente intervención. Y no le faltaba razón aunque él, mejor que otros, sabe que el dinero no busca encuentros con la lógica y prefiere apostar por dónde sabe que hay beneficios.

Tal como están las cosas, comprar deuda española a cinco o diez años y con un interés situado en la órbita del 6.5 % es una apuesta segura. Segura porque pese a la dramática situación actual de nuestras cuentas, nuestros acreedores saben que el Reino de España nunca ha dejado de pagar sus deudas. El problema, como tantas veces se ha dicho, es de plazos y de niveles soportables en las tasas de interés. Con dos años por delante para ajustar el déficit a las exigencias de Bruselas, aunque con dificultades, España puede alcanzar el objetivo. Cosa diferente es el precio a pagar por una parte de los españoles —clases medias y bajas, funcionarios, parados y pensionistas— para lograr el ajuste.

Tras conocer las últimas medidas publicadas por el BOE (en esencia: recortes), el Gobierno se ha quedado solo en el Parlamento. Es verdad que la suya es una «soledad» muy llevadera puesto que goza de mayoría, pero, aún así, en un momento como éste cuando tantos sacrificios nos piden a los ciudadanos sería bueno que el Ejecutivo se esforzara en llegar a algún tipo de consenso con los grupos de la oposición. Rajoy puede sacar adelante sus ajustes y recortes, pero con el decir de Unamuno habría que recordar que una cosa es vencer y otra muy diferente, convencer. En esta hora tan difícil en la que lo que está en juego es la paz social, sería bueno que unos y otros se dieran cuenta de que lo peor que nos podría pasar sería entrar en una deriva a la griega. La gente está muy quemada porque observa que la tijera se ceba en las clases medias y populares pero no ve que se anuncien recortes para los privilegios de los políticos, ni que desaparezcan estructuras burocráticas onerosas como ciertas empresas públicas, algunas diputaciones, las mancomunidades redundantes o determinados ayuntamientos. Ya digo, una cosa es vencer y otra convencer. Cuando lo que está en juego es la paz social, lo pertinente es extremar la prudencia, porque, como decía, la gente está muy quemada.