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Publicado por
Manuel Arias Blanco. Profesor jubilado de Secundaria
León

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No parece fácil asumir tanto derroche en este país llamado España, aunque algunos lo llamen de otra manera. No parece fácil y, además, es prácticamente imposible que se deshaga el estado autonómico así como así. Porque es muy «español» presumir y darse el pisto y eso de volver atrás no nos va. Quizá hasta sea humano.

Ahora que se limitan los sueldos de los alcaldes —algunos cobraban más que el propio presidente del Gobierno—, también conviene revisar el estado de los demás «presidentes» de las autonomías o reinos de taifas. Quizá nos sorprenda. Quizá España no pueda pagar tantos gobiernos con sus correspondientes ministros y asesores. La política se desmanda desde arriba. Así es inviable una vertebración de las grandes estructuras. Así no es de extrañar que proliferen aeropuertos, universidades, etc. A veces, innecesarios. A veces, inservibles. Y detrás de toda esta urbanización, ¿qué hay? Tal vez demasiado dinero perdido.

Después pagamos el pato los ciudadanos de a pie, llámense funcionarios o parados. Algunos piensan que los funcionarios ganan el oro y el moro y de todos es sabido que la mayoría —los currantes, los que sacan el trabajo a diario— ganan para ir tirando, que no es poco. No creo que sea alardear de sueldo cuando hablamos de 1.200 euros como término medio. Quizá, con los recortes, de menos.

Pero el mal está más arriba, como es sabido de todos. Ahí es donde se van los euros con una facilidad asombrosa: sueldos, dietas, vivienda, viajes… Todo es muy loable, pero es un despilfarro que cuando se agranda puede causar daños irrecuperables. Y son muchos los que están en ese tramo. Son los políticos con mayúsculas los que están de lleno en esta cadena de buena vida, de generosa proyección en estos tiempos que corren.

Por eso hay que atajar el mal cuanto antes. Sobran políticos que acaparen tantos gastos. Hay que reducir su número y ya que no es posible «cargarse» las autonomías, entonces habrá que implantar un nuevo sistema: fuera diputaciones, fuera el Senado y menos políticos en las autonomías y en los ayuntamientos. ¿Cómo se hace? En otros países, más numerosos que el nuestro, lo han hecho. Y menos asesores. ¿Cómo? Con políticos más expertos, con personas competentes, para que no haya que nombrar un número importante de asesores. Si el político de turno no entiende ni papa del tema para el que ha sido designado tiene que rodearse de asesores. Y si acierta, encima tendremos suerte. Pérez-Reverte en A ver si lo he entendido, presidente nos da más pistas.

También conviene revisar la edad de los políticos. Si ponemos una edad para la jubilación, será para todos, sin excepciones. Vemos bien, a veces, que un minero se prejubile a los 40 años, ¿por qué un político ha de trabajar más allá de los 65/70 años? ¿A santo de qué? Que deje paso a la juventud, a la gente formada. Si alguien dispone de energía y saber y quiere regalarla generosamente, que vaya a asesorar gratuitamente a otros, pero nada más. Esta barrera sería buena en todos los trabajos, especialmente en el público. Esto entronca con una ley que impida el acceso remunerado a más de un oficio. ¿Para cuándo? Quizá, en este periodo de transición, convenga «repartir» el trabajo, siempre y cuando el salario sea digno.

Cuando oyes que en Francia el salario mínimo ronda los 1.400 euros, nos echamos a temblar. Aquí no se llega ni a la mitad. ¿Cómo podemos ser competitivos? ¿Cómo lo hacen ellos? Habrá que preguntar. Es verdad que en España vive bien —o vivía bien—, sobre todo el que tenía un trabajo medio decente, pero aún nos falta mucho para estar a la altura de otros países... Vivíamos bien, acomodados, a gusto. ¿Quién nos está haciendo bajar del burro? El abuso de los políticos, el acaparamiento de cargos, los contratos blindados, la economía sumergida, etc. están acabando con el estado de bienestar de este pueblo que es España. Que no se rompa.

Quienes están arriba, en un acto generoso y valiente, deben meditar qué hacer para recuperar de nuevo la senda perdida. No es tarde. Pero las medidas han de ser de calado y no para empobrecer aún más al pueblo. Así no salimos de la estacada. Hay que incentivar el trabajo y que todos puedan acceder a los bienes, porque si no acabaremos mal, nos hundiremos con todo el equipo. Al tiempo.