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LA 5ª ESQUINA

Recetas de un litro de vino diario

Publicado por
JESÚS á. COUREL
León

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José el Moreno desapareció del pueblo una larga temporada. Cuando volvió del hospital, tras una larga convalecencia a resultas de una operación, estaba bastante desmejorado, aunque amagaba con la malicia de siempre. A José le recuerdo orinando sobre sus manos (al igual que Azarías en la obra «Los santos inocentes» de Miguel Delibes), con la misma naturalidad con la que después, aún algo húmeda, te la daba para saludarte.

La dureza de la vida de entonces, las malas condiciones alimenticias y el hábito alcohólico considerable, hicieron estragos en muchos agricultores bercianos, a los que llegó tarde la recomendación actual que propone un vasito de vino al día, como medida saludable.

No era raro que muchos hombres, en épocas de sofocante trabajo, como era el mes de agosto, se endiñaran varios litros de vino cada jornada, terminando la mayoría con la habitual cirrosis. Pero los montes estaban limpios y el campo cultivado. A José el Moreno le vi por última vez, hace años, en las fiestas del pueblo. Hablamos un rato, sobre todo de sus dolencias y de las prescripciones del doctor, de las que dijo: «O médico mandoume que bebira un litro de viño diario».

Es muy posible que a José el Moreno no le hiciese gracia que la sequía trajera este año menos mencía que los anteriores, ni tampoco entendería las explicaciones de los modernos enólogos sobre el equilibrio entre el grado alcohólico, el pH y la acidez de la uvas, pues lo importante es que cubetos y garrafones estuviesen llenos hasta el año siguiente. Cuando el médico observó el estado de José el Moreno, seguro que no le prohibió un vaso de tinto en las comidas, pero ¿cómo te iba a recomendar que bebieras un litro de vino diario? «Pois mo dixo», sentenció con rotundidad el Moreno.

El vino en el campo quitaba la sed, mientras que en las urbes es remedio para esquivar miserias, penas y lamentos perpetuos. Pedro Fernández de Navarrete —militar, religioso y economista del siglo XVIII— creía que la decadencia española derivaba del despoblamiento rural, del abandono de la agricultura y la expulsión de los moriscos (los que trabajaban la tierra), junto a la emigración a las colonias, la abundancia de clérigos y los excesos fiscales, entre otras causas. No solo lo creía él, sino muchos de nosotros en la actualidad, aunque ahora el sacerdocio esté en recesión. Los campesinos mantenían al hombre en equilibrio con la naturaleza, hoy perdido con el abandono de los pueblos. Por eso José el Moreno, cuando le tocó vivir alejado de su hogar, entendió que podía beber un litro de vino diario, aunque añadió con picardía: «Pero bebo mais»… Había que hacer algo.

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