Diario de León

RÍO ARRIBA

Los pueblos, a dos velas

Publicado por
MIGUEL PAZ CABANAS
León

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Te levantas por la mañana en la casa del pueblo y mientras te quedas mirando la alcachofa de la ducha como la protagonista de Psicosis, observas mosqueado que no cae ni una sola gota de agua. Al otro lado de la puerta alguien grita que la han cortado los del Ayuntamiento, pero que no se les ocurrió dar aviso a los vecinos (al fin y al cabo, falta mucho para las próximas elecciones). Te rascas la cabeza y te preguntas por qué eso desencadenaría una protesta civil en una ciudad y aquí nadie dice nada. Unos días más tarde se va la luz y solo después de varias llamadas y una larga espera, consigues que alguien se pase a revisar el asunto. Estás aproximadamente a una hora de León capital, en la segunda década del siglo veintiuno, y andas pensando en volver a utilizar velas y barreños.

Puede que estos apagones y cortes súbitos sean una avanzadilla de lo que nos espera, un precalentamiento (aunque paradójicamente el agua salga fría) para los tiempos de hambre y miseria que anuncian algunos. De momento, en los pueblos de León, la gente escucha con cierto resquemor que van a suprimir las juntas vecinales. Que a dónde van a ir a parar los dineros por la renta de los puertos, se preguntan, y que a ver quién paga el acordeón del año que viene. Algunos dicen que será la forma de acabar con el manoseo caciquil de algunos alcaldes pedáneos, perpetuados gracias a la connivencia de ciertos vecinos y de sus sagas familiares. No sé; puede que sí. Pero todo apunta a que, sobre todo en una provincia como la nuestra, le van a dar la puntilla a los pueblos. Ya saben: son deficitarios, engorrosos, anacrónicos. Se fulmina una forma de vida secular sin que a las autoridades les tiemble el pulso, en aras de la dichosa eficiencia económica: qué estúpido puede llegar a ser el hombre, devastando su herencia cultural para implantar no se sabe qué sistemas socioeconómicos, modelos futuros que suscitan escalofríos. Menudo panorama. Mientras tanto te das un paseo por arcenes invadidos por hierbajos o por senderos tomados por turistas que suben con el BMW hasta la puerta del chozo. Se te pone cara de Alfredo Landa, pero decides no liarte a tortas. Porque estos no parece que te sonrían como hacían antaño las suecas.

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