EN BLANCO
Viejunos
H asta la fecha, y a falta de mejores novedades, nuestras autoridades, tanto a nivel local como nacional, solo han demostrado sus extraordinarios dones para fastidiar al prójimo. Y puesto que la economía, tan despiadada ella, no acaba de sentar cabeza, empieza a imponerse la teoría del punto final para el Estado de Bienestar, una propiedad que los pensadores de moda consideran injustamente enajenada por unos cuantos pillastres desaprensivos. En fin, los políticos siguen traficando con substancias peligrosamente demagógicas, como las referidas al recorte previsto para las ya menguadas pensiones del llamado colectivo de la tercera edad, que ya subsiste ahora a base de sopicas y buen vino. Vivimos un tiempo de tristuras infinitas para los viejunos, dicho sea en términos cariñosos, aunque resulta evidente que la capacidad de imaginar es el mayor recurso con que cuenta el ser humano. Así que como uno ya no está de humor para indulgencias, creo que resulta conveniente echar la vista atrás hacia aquellos felices tiempos en que se zurcían los calcetines a mano. Cuando don Cipriano usaba chichonera, vamos.
Menos mal que contamos con el Diario de León, periódico de cabecera desde hace un siglo largo para los ciudadanos de bien, tal como se decía antaño. Las secciones consagradas a prodigar buenos consejos han sido una trayectoria en este rotativo consagrado a diseccionar el alma de la provincia. Allá por la década de los veinte, por ejemplo, nuestro abuelos periodistas afirmaban que vivir la vejez en perfecta condición de revista no conviene excitarla bilis con cuestiones mundanas. Tampoco viene mal tomar baños de sol cotidianos y, muy especialmente, comer poco pan y beber poco agua. Una recomendación que, a la vista de la situación en que estamos, resulta casi profética. Definitivamente, de la desgracia y de los tiempos de vacas flacas se aprende mucho.