LA GAVETA
Piromanía
De cuando en cuando queman el Pajariel. Y es que las personas malas existen, y lo demuestran en cuanto pueden. En las guerras, por ejemplo; o durante represiones horrendas. Los torturadores y asesinos que actuaron en Argentina durante su última dictadura militar, ya estaban allí. En la vida, en la ciudad, en el país.
Ellos iban a trabajar, cumplían con sus obligaciones, eran incluso cordiales con sus vecinos, con su pareja, con sus hijos. Eran personas normales. Luego torturaban y mataban.
No digo que quemar un monte sea tan grave, obviamente. Pero es un crimen y es la prueba de esa maldad. Seguro que quien arrasa los bosques tendría menos escrúpulos que la mayoría de la gente en cometer otras tropelías más atroces.
¿Quiénes son esas personas infames que quemaron el bellísimo pinar del Teleno? ¿Quiénes las hienas que se cargaron el Pajariel? No se trata de delincuentes pagados por empresarios dispuestos a convertir los bosques en urbanizaciones. Esta vez no es eso.
Se trata de personas extrañas. Oscuras, tristes, de vida desarticulada. No hablamos tanto de psicópatas, que también los habrá, cuanto de tipos solitarios, descontentos con su vida, y de poca voluntad. Hombres de escasa formación que, además, no logran despertar el amor o la amistad en el prójimo.
Personas que sueñan con quemar el monte como venganza contra la sociedad, que no les da lo que ellos creen merecer. Personas que se expresan con la destrucción; no tienen otro camino. Y aunque su obra es secreta, ellos saben que es suya. Que el monte negro y destrozado es la prueba de que han hecho algo en la vida. Tangible y espantoso.
Soy pesimista con nuestros montes. Y ya no derramo lágrimas por ellos: es inútil. Hace tres años pasé unos días de completa alegría junto a los pinares del Teleno. Vi con emoción la capa forestal que ascendía desde el valle del Duerna, uno de los paraísos de León, hasta las cumbres que corona el Teleno, el monte que mejor resume nuestra provincia.
Y pensé entonces, siento decirlo: todo esto será quemado, convertido en cenizas. Así ha sucedido. Y dentro de cuarenta años, cuando el bosque haya recuperado sus altas copas verdes, vendrá otro asesino y lo quemará. Porque siempre habrá hombres oscuros y siniestros en nuestros pueblos y ciudades. Cuya voluntad se centra en el mal.
En cuanto al Pajariel, su estadio natural es la cremación. Desde que era adolescente lo he visto arder muchas veces. Recuerdo, sobre todo, la de 1972, en que quedó como un inmenso tizón, arrasados muchos de sus castaños.
¿Hay esperanza en que esto no suceda más? Yo no la tengo, pero hay que luchar. Con leyes penales mucho más severas. Y mejorando la sensibilidad y la educación de los ciudadanos. Desde la escuela.