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Publicado por
PEDRO VICENTE
León

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Impenitente aficionado al ciclismo, se diría que Mariano Rajoy se ha tomado su gestión de Gobierno como una larga carrera por etapas, tan larga como los cuatro años que en principio le garantizan su mayoría absoluta. La primera peculiaridad de tan dilatado periplo es que no existe un itinerario prefijado de antemano —eso que se ha dado en llamar hoja de ruta—, sino que el trazado se improvisa sobre la marcha, mayormente a expensas de los requerimientos y condicionantes de la troika comunitaria.

Habitualmente, esas grandes rondas ciclistas comienzan con una prueba contra reloj por equipos sin mayor repercusión. Rajoy rompió todos los esquemas colocando como punto de partida una etapa alpina —decidida en el Consejo de Ministros de 30 de diciembre— que multiplicó la tradicional cuesta de enero. A partir de entonces, y hasta el verano, se nos colocó casi todos los viernes una de esas etapas «rompepiernas» que tanto castigan al pelotón. Y eso solo era el principio. Ya no lo había advertido aquel penúltimo día del 2012 («esto solo es el principio del principio») la vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría.

Con septiembre y la subida del IVA afrontamos otra fase de alta montaña, digna de contener la «etapa reina» si no fuera porque el desconocido trazado podría reservarnos cimas todavía de mayor categoría. A expensas del rescate europeo pendiente de concretar, las tachuelas electorales de País Vasco y Galicia posiblemente aconsejen no endurecer mucho mas la carrera, que bastante castigado viene ya el pelotón, máxime teniendo en cuenta que una buena parte de él ha sido privado de su paga de Navidad.

La de Galicia es una etapa especialmente comprometida para el titular de La Moncloa, que no se puede permitir un pinchazo precisamente ante sus paisanos. La táctica global de Rajoy sigue siendo la misma que tan buenos resultados le reportó en la oposición, la de quien resiste gana. Esa que recuerda la frase según la cual hay dos clases de problemas, los que se arreglan solos y los que no se arreglan nunca. Lo dudoso es que dicha táctica, atribuida a Arriola, el sociólogo de cabecera del PP, sea igual de eficaz cuando se tiene la responsabilidad de gobernar, mucho más en un situación tan adversa. En estas circunstancias jugar a la inhibición o a la dilación deliberada (como se hizo con los Presupuestos Generales de 2012 para no perjudicar las expectativas electorales del PP en Andalucía y Asturias) puede salir después muy caro. Ya se ha visto.

En el ámbito de su partido Rajoy ha demostrado ser capaz de lo que en argot ciclista se llama «hacer la goma». Y no se le ha conocido ninguna «pájara». Cierto. Pero en carreras tan duras y prolongadas nunca se sabe cuando y donde puede aparecer «el tío del mazo».