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Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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Señoras y señores, niños y niñas, peces y pájaros: con ustedes, en la empedrada y recia plaza Mayor de Villamañán, la flor inmarchitable de la música… Con ustedes la magnética alegría de la formación leonesa de jazz Swing Combo.

Y con ustedes un festival llamado Villamajazz que cada año —y van siete— se celebra en un entorno tan insólito como acogedor para certificar así que la música es el idioma de todas partes.

Es un festival de jazz, de música refinada y peligrosa como un ladrón de esmeraldas; sonidos inspirados y sin partitura repletos de significaciones acumulativas —como los sueños o los poemas de Antonio Gamoneda— que suenan en la plaza empedrada de nuestra conciencia para tratar de insertarnos en la tradición y la urgencia de esta vida siempre tan indescifrable como apasionante.

Oh, sí, el jazz es una música audaz parecida a esas muchachas locas que no tienen miedo a nada y por eso aterrorizan a quienes se enamoran de ellas.

Y, dentro de la amplia gama de sonidos ardientes que englobamos con el nombre de jazz, el swing es algo semejante a un dolor tan intenso y taladrante que sólo puedes combatir estallando a reír a carcajadas.

El swing —valga como ejemplo los sonidos salidos de la trompeta que tocaba Louis Armstrong con sus inflados mofletes de pocero— equivale musicalmente a esa súbita luz de frivolidad que ilumina el mundo para hacerlo soportable.

Y sí, hay swing atmosférico, conmovedor, respetable, en León.

Ahí está de hecho Swing Combo, formación repleta de talento alentada por Kike Cardiaco en la Escuela Municipal de Música de León, que es una suma de magnetismo y frescura que emociona con sus versiones cuajadas de optimismo sembrado en melodías matizadas, cálidas, que ellos redibujan.

Protagonizan esta banda dos guitarras siamesas de irreprimible audacia a la hora de improvisar como haciéndonos saber sin decirlo que la vida es cuestión de ritmo.

A su vez está la voz solista de Rosario, dama del viento que lleva la música dentro como las piedras-campana del Desierto de Atacama, mujer-jaguar como una Billie Holliday diurna que, en vez de en clubs tamaño caja de cerillas, se ha forjado cantando y mirando de frente a este cielo nuestro de León de increíble belleza… Ella, que canta sin dejar de bailar como si su cuerpo fuera un sismógrafo porque los sonidos se le introducen dentro y la fecundan, resulta un complemento florido, manierista, sensual e inmarchitable para un encomiable grupo que apuesta desde aquí por el jazz de forma accesible, ecléctica y conmovedora. En el hotel de mil estrellas que es la noche de Villamañán, hoy hay jazz.