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caballero
León

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Como le pasaba al Marqués de Leguineche en La escopeta nacional , León va a tener que empezar a esconder los candelabros cuando vengan las visitas de Estado. Cada vez que pasa por la ciudad un representante del Ejecutivo central nos desaparece un proyecto, nos mengua una obra, se nos dilata un plazo de esos que ya acumulan la hoja del dietario en color sepia y se nos remite a que no hay dinero. Porque reabrir el Parador de la isla del Hierro y licitar más de 1.743 millones de euros para la alta velocidad hacia Galicia, como ha hecho el PP desde su llegada al Gobierno, se llama invertir; lo de aquí, las ampliaciones de San Marcos, integraciones ferroviarias, avances del AVE, palacios de congresos, ciudades de la energía, centros de músicas históricas en el Emperador y autovías, son gastos. Y al gasto, como al gorrión, perdigón.

La costumbre se ha empezado a asentar con esa riña por lo dulce con la que se acompaña el anuncio, que hasta dan ganas de decir que aquí no era, que miren más arriba, que para qué íbamos a pedir nosotros que nos mejoraran las comunicaciones si al final no sirve para otra cosa que exportar vecinos, que vaya tontería promover iniciativas que traigan desarrollo si eso lleva aparejado gente y estamos mejor solos. Contextos que se construyen con citas a la situación económica y la falta de cumplimiento de los predecesores del PSOE, que lejos de ser un acicate se convierte en una coartada para enmascarar que en campaña el PP prometió que no se paralizaría nada. Fotos agradecidas en las que los políticos populares de León aparecen para hacer coro a las críticas que traen estudiadas sus compañeros de Madrid sobre los proyectos, tildados siempre de derrochadores, a los que fiaba el futuro esta provincia. Escenas en las que callan y dan tabaco, como le pasa a los que no tienen sitio para sentarse a la mesa en la que se juega la partida, sin atreverse a reivindicar nada, que para eso se han puesto las cartas boca arriba.

Menos mal que por ahora no han aparecido por estas tierras más que presidentes de empresas públicas, como el de Feve y la de Paradores, y que con la visita de Gutiérrez y Carrasco a la titular de Fomento, Ana Pastor, en la que trajeron el compromiso de que todo se mantenía, tenemos bastante. Ya lo advertía Berlanga: «Y ni fueron felices, ni comieron perdices, porque allí donde haya ministros un final feliz es imposible».