Diario de León
León

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Está triste. No está a gusto con los suyos. Es un verdadero líder, eso nadie lo duda, pero vive horas bajas. Ha trabajado desde muy niño sin descanso porque cree totalmente en lo que hace. Cuando sale al campo lo da todo. Con total pasión. Y eso siempre genera recelos y envidias.

Entre los más próximos nadie le cuestiona. Lo adoran. Lo idolatran. Pero no está contento porque en su entorno no tan próximo hay muchos a los que sencillamente no les cae bien. No les gusta su forma de actuar y prefieren a otros que se amoldan más a lo que se esperaría de un personaje público. Pero su raza se le escapa en cada movimiento.

Sus palabras le pierden en demasiadas ocasiones. Ese mismo coraje que se forjó cuando desde niño tuvo que sudar en el campo le hace ahora prisionero de su fuerte carácter. Si es apasionado en sus acciones también lo es cuando toma la palabra. Dice las cosas como las piensa, sin pararse a pensar cómo serán encajadas ni por el destinatario ni por el público en general. Las cosas son así y así hay que decirlas. Lo contrario sería engañarse a uno mismo. En su persona no hay espacio para los parabienes o las sonrisas amoldadas a las situaciones.

Y ese mismo coraje le hace sentirse líder. Cuando hay que dar la cara nunca da un paso atrás. Aunque se la partan. Cada acción, cada gesto, cada movimiento suyo es pura pasión. Está convencido de lo que hace y no le tiembla el pulso. Si ha tomado una decisión morirá con ella.

Pero eso no siempre es bien entendido. En lo suyo es de los mejores. Y eso genera excesivos recelos. Alrededor están siempre las escopetas cargadas para apuntar en cuanto se pone a tiro.

Ahora está triste. No se siente comprendido por los suyos. Y por eso quiere irse. Han sido años de triunfos y también de sinsabores, y esa sensación amarga de incomprensión es muy dura. Él lo ha dado todo. Nunca falló cuando hizo falta. Cuando otros se escondieron o desfallecieron siempre sacó lo mejor de sí mismo o al menos así lo intentó para tirar del carro desde el convencimiento de que no es ético esconderse y guardar fuerzas para otro día. Pero ahora está triste y quiere irse.

Y es que Matías Llorente siempre será Matías Llorente. Con él no existe el término medio. O se le idolatra o se le odia.

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