HISTORIAS DEL REINO
Cataluña, Castilla, Aragón y León
Superada la cuesta escolar de septiembre, con más de un infarto paterno a la hora de quemar la tarjeta invirtiendo en libros y material diversos, acostumbrados a convertirnos en más pobres cada día mientras otros se enriquecen a nuestra costa, nos llegan aires renovadores desde las tierras de Montserrat. De nuevo, la estulticia hispana adquiere dimensiones épicas a través del paripé catalán del presidente de la Generalidad don Arturo Más. Si la cara es el espejo del alma, los chinos afirman que en ella se leen hasta las enfermedades que un día padeceremos. Y el pobre de don Arturo, dada su expresión de sufrir permanentemente de extreñimiento severo, debe llenar sus muchos tiempos a solas en sus diarias visitas al señor Roca gestando exabruptos independentistas y chantajes diversos a España. La última memez encabezar a ese millón y medio de paisanos exhibiendo la bandera de la Corona de Aragón, hecha catalana cuando esas tierras se gobernaban con mañicos reales llamados Pedros y Alfonsos.
No sé si se han fijado en la importancia de lo que se calla a la hora de gestar componendas mentideras. Quizás por ello han buscado desde el siglo XIX la diferencia absurda sobre bases históricas manipuladas —cómo nos suena eso a los leoneses—, y buscan olvidar hasta sus propias raíces. Sin ir más lejos, Castilla y Cataluña, en sus romances respectivos, significan lo mismo: tierra de Castillos. Y no falta catalán de barretina calada a rosca que no sepa que sus condes de Barcelona o de Urgell fueron vasallos de los monarcas de León cuando, según ellos afirman en sus libros, a independistas nadie les ganaba. No debieron pensar lo mismo los nobles que se arrodillaron ante Alfonso VII el del Pendón de Baeza isidoriano,
Superado lo histórico para caer en lo histérico, llega el momento de la tensión marital: que si ni contigo, ni sin ti, tienen mis penas remedio, afirma don Arturo. Como muy bien sentencia Pérez-Reverte, el problema de este país es responder a la pregunta “¿a que no hay güevos?”. Pues no, muchos no deben de quedar para no contestar a la insensatez chorra con contundencia de estado, para no explicar a los propios catalanes que ingresarían en la Unión Europea cuando Kosovo, que las empresas que se enriquecen en España deberían ser tratadas con el mismo afecto entrañable que a una multinacional de Senegal. Y si a eso sumamos su vergonzosa deuda, la ruina real en cifras de su independencia para los catalanes, que ya pagan hasta por respirar, pues que otro les arriende la ganancia. Al final, como siempre, el duelo parece de fútbol entre Guardiola-Mas y Mourinho-Mariano. Pero dado que la cartera la tiene Rajoy desde Madrid, y la tutela Europa desde Bruselas, don Arturo… ¿a que no hay güevos?