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camino gallego
León

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Cuando no hay más cera que la que arde alguno se apunta a la hoguera, porque la lumbre también ilumina. Y por lumbres, por hogueras, no ha quedado en este verano que se nos acaba.

Fuego se gritó en Poridad el día de San Lorenzo y hubo facturas a la parrilla y daños cuantiosos mientras hicieron al funcionariado local volver al ábaco y la calculadora, el boli y la libreta como si el paréntesis de quince años en Ordoño nunca se hubiera producido y el viejo edificio de San Marcelo siguiera siendo sede de un municipio de menos pretensiones.

Pero hoy, lunes, cinco semanas después se abrirán las tres primeras plantas y varios funcionarios volverán a la normalidad y recuperarán su espacio, su silla, su mesa, sus montones de papeles (que se han limpiado uno por uno) e intentarán seguir con su burocrática tarea que el humo obligó a interrumpir.

En mi anterior columna, justo después del incendio, ya abogaba porque este volver a viejos edificios y a viejas prácticas supusiera una vuelta también provechosa para los ciudadanos, en el sentido de que no deben aumentarse los impuestos sino reducirse el número de actuaciones que el común su arroga y que en muchos casos se ha hecho a costa de la iniciativa privada.

En este apartado son muchas las actividades que tendrían cabida, o mejor dicho que deberían dejar de tener una subvención. Por citar un par de muestras me referiré a las actividades deportivas, tanto las de élite como las de aficionados. No es de recibo que las instituciones en general y el ayuntamiento en particular subvencionen el deporte profesional. Los clubes son o deben ser patrimonio de sus socios y de sus directivos, que arriesgan su dinero en la gestión, igual que en cualquier otra empresa. Porque cuando llega el dinero público para lo único que sirve (además de para la foto del político de turno) es para que algunos dirigentes megalómanos hagan fichajes estratosféricos y despilfarren lo que no harían si fuera con su dinero. Y en cuanto al deporte aficionado está bien que se le ayude, pero el gratis total no implica que se valore como si costara y así han proliferado escuelas que han arruinado gimnasios.

Se trata, en definitiva, de que el Ayuntamiento ofrezca servicios a los que no puede llegar el ciudadano por si mismo y eso es lo que se debe hacer con la poca cera que hay.