LA 5.ª ESQUINA
La enfermedad de marchar
Las luces se apagan. En la pantalla aparece la imagen majestuosa del río Sil, entre una frondosa vegetación de ribera. Un tren se detiene en la estación de Quereño. Alonso Carnicer desciende al andén para revivir aquel famoso viaje que hizo su padre a la Cabrera hace cincuenta años. A continuación, vemos el arruinado puente colgante de Ramiro, aquel que cruzó Ramón Carnicer, el 27 de junio de 1962, para adentrarse en un territorio que imaginaba cargado de incógnitas y leyendas. Ramón era un hombre de ciudad. La naturaleza no entraba en sus planes hasta que se cruzó en su vida Doireann Macdermott, con la que aprendió la importancia que tiene en el desarrollo individual el contacto con la naturaleza. Por ello, cuando Carnicer comienza el viaje desde el Puente de Domingo Flórez, ya sabía que aquella experiencia sería fundamental en su vida, aunque no creo que imaginase que fruto de aquel viaje cambiaría el destino de la Cabrera.
Así comienza el documental de Alonso Carnicer y Sara Grimal cuya proyección, en la escuela de Quintanilla de Losada, fue un éxito. La sala estaba abarrotada, con muchas personas de pie y niños sentados por el suelo. Y la mesa redonda acabó a las 11 de la noche. La clave del triunfo de la película está en las gentes de Cabrera. Siempre fue así, cuando ayer vivían con muchas privaciones o cuando hoy una pareja joven decide asentarse en cualquier pueblo de la zona, renunciando a las comodidades urbanas. Los cabreireses saben lo que quieren. «Hay que agachar el lomo, para tener una buena huerta, pero aquí no nos falta la comida como a algunos en la ciudad», dice una mujer de Pombriego. En Santalavilla, una pareja restaura una casa para vivir como lo hacían antiguamente, con el sonido de un arroyo cercano, sin hipotecas ni otras dependencias electrónicas.
Si Julio Llamazares reconoce que el libro de Carnicer le inspiró el suyo sobre el Curueño, El río del olvido , a los demás nos descubrió una atmósfera que no existe en ningún otro lugar. Lo pudimos comprobar este fin de semana en Encinedo, cuando la asociación Montañas del Teleno le concedió la medalla de oro a Ramón Carnicer, a título póstumo. Los tiempos cambian, pero las gentes son las mismas, aunque la denuncia de aquella situación lamentable en que vivían trajera, al fin, la mejora de las carreteras. «A los jóvenes les pegó la enfermedad de marchar», dice Graciano de Llamas de Cabrera. «Ya podían haberla hecho hace doscientos o trescientos años», añade. Quizá tenga razón, pero a Carnicer le parecía «que no había en España una comarca semejante en que pudiera uno aprender tantas cosas». Y tenía razón… Había que hacer algo.