FUEGO AMIGO
Los desafíos de la lógica
La creciente banalización comercial de los géneros narrativos ha acabado convirtiendo en sospechosa cualquier novela negra o fantástica actual, de esas que hacen ruido en el mercadillo de las novedades culturales. Pero ese rechazo general también resulta injusto, tanto al menos como la tramposa pesca en río revuelto anterior, cuando cualquier alboroto valía para el convento. Un observador severo de las frivolidades circulantes por nuestra cultura, como Gregorio Morán, dictaminó que la novela negra española «es literariamente bazofia para lectores complacientes que conocen los guiños y juegan a enterados». Además, regala ejemplos, algunos tan socorridos como Vázquez Montalbán o Juan Madrid, que durante algún tiempo llegaron a creerse los maestros Hammet o Chandler. Y está claro que no lo son.
No es el caso, desde luego, de La variable humana , de Rodrigo Martín Noriega, un joven escritor que obtuvo el I Premio de Novela Corta Monteleón, dotado con seis mil euros y cien ejemplares de su libro en la almoneda cultural de Caja España. Menos mal que un jurado competente modificó esas condiciones ofensivas de tendero cenutrio por la edición normalizada del libro en Gadir. Porque su lectura supone una auténtica revelación. El autor es licenciado en Historia del Arte y especialista en Teoría y Estética del Cine. Durante un tiempo fue profesor en el Instituto Sánchez Albornoz de León y ahora ejerce al pie de Gredos. Este rescate del libro de un creador nuevo, desde el chamizo claudicante de la Caja a una circulación estandarizada, me hace lamentar el reciente anuncio del cerrojo a la Colección Fuentes y Estudios de Historia Leonesa, que se justifica en la falta de fondos de la entidad para estos asuntos de la cultura. Bien podía discutirse si esta aplicación clausurada era más noble y legítima que los botines de retirada que se llevan sus directivos.
La variable humana plantea cuestiones relevantes en una trama novelesca que fluye con precisión e intriga. Su protagonista es un joven matemático que descubre por casualidad que su disciplina no sólo sirve para explicar la realidad, sino que también la puede modificar. Ese potencial convierte al científico en un personaje con criterio, obligado a decidir, pero que no deriva en un tipo enloquecido por el tirón de su descubrimiento. El autor baraja, como urdimbre de fondo de su novela, la pugna entre determinismo y libertad, un repertorio de ideas que oscila entre el destino y el azar o la pugna entre predeterminación y libre albedrío. La preocupación obsesiva de un joven matemático por encontrar y desvelar la lógica del mundo permite que el relato avance sin desmayos. Su lectura proporciona al lector un paseo muy grato por la senda de las conjeturas.