Violencia nocturna, una batalla por ganar
Con relativa frecuencia, aunque siempre más de la deseable, la violencia en las zonas de ocio nocturno de León se convierte en preocupante noticia e inquietante asunto para la ciudadanía, cuya memoria guarda recuerdos frescos de hechos que tuvieron el peor final posible.
Los ocurridos en la madrugada de ayer, con tres jóvenes heridos y otros tres detenidos como presuntos agresores, colaboradores o encubridores, son especialmente graves por eso mismo, pero también por la virulencia y al mismo tiempo la frialdad con la que se desarrollaron en una calle del Barrio Húmedo, a la vista de los detalles que se relatan más en los testimonios de personas que los presenciaron que en las informaciones oficiales.
Se trata en todos los casos, presuntos agresores y agredidos, de jóvenes entre 19 y 23 años cuyo desencuentro no parece que inicialmente fuera más allá del de haberse encontrado en la misma calle.
La violencia juvenil daña profundamente no sólo a las víctimas —un joven tiene perforado el pulmón y otro recibió 36 puntos de sutura en el costado—, sino también a sus familias, amigos y a los ciudadanos. La violencia nocturna, siempre gratuita, incrementa enormemente los costos de los servicios sanitarios y de asistencia social, y al margen de otros efectos colaterales daña también la imagen de la ciudad, que precisamente tiene en el turismo de fin de semana uno de los pilares que sustentan su economía. Y en general socava la estructura de una sociedad que lucha por erradicarla.