Privaciones

Coinciden nuestros profetas económicos, tanto los profesionales como los aficionados, en que el año que viene va a ser aún más difícil que este. Una nostalgia inmediata nos aguarda. ¿Quién nos iba a decir que añoraríamos los malos tiempos? Eso solo es posible cuando llegan los peores, que todavía no han venido. Tendremos que privarnos de lo imprescindible.

¿Qué es lo que de verdad necesitamos para sobrevivir? No ignoramos que es un poco más de lo que precisa el camello para comodarse en su portátil colina ambulante, pero a la mayoría de los españoles les están jorobando demasiado con eso de la usteridad.

Todo sube, excepto la confianza en nuestros políticos. Para colmo, la escasa vendimia del año, afectada por la lluvia de los últimos meses, va a determinar un alza en el precio del vino. Una noticia terrible.

El Gobierno ha anunciado el mayor recorte a la cultura, que se cifra en más de un 30%. Ni el Museo del Prado ni el Teatro Real han protestado, ya que saben que es inútil.

Su admirable resignación solo puede compararse a la de los funcionarios, que llevan tres años con los sueldos congelados y empiezan a pasar frío. ¿Habrá huelga de taberneros? Peor sería la de clientes. Las tabernas españolas siempre han tenido algo de casino y de ágora techada.

En una de ellas, que yo visitaba diariamente cuando vivía en Madrid de modo habitual, se fundó el Partido Socialista. Ahora sus seguidores van a otros lugares y en vez de llevar gorra suelen ir de gorra, incluso a las manifestaciones.

El ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero derogó el delito de convocatoria de referéndum y por eso puede Artur Mas prometer y cumplir una consulta ilegal. Nos va a privar del derecho a expresarnos a muchos españoles. Demasiadas privaciones.

Quizá Rajoy sepa que se puede vivir con menos, incluso con bastante menos, pero ignore que no se puede vivir sin nada. Es peligroso para nuestra salud. También para la suya.