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Publicado por
Prisciliano Cordero del Castillo. Sociólogo
León

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Según la Organización de Alimentos y Agricultura de la ONU, actualmente más de 1.000 millones de personas sufren hambre crónica y al menos 8 millones mueren cada año por el hambre o por enfermedades relacionadas con el hambre, como diarreas, neumonías, y otras enfermedades, como sida, malaria, tuberculosis. Para mediados de siglo, que habrá 2.000 millones más de bocas que alimentar, nadie puede decir de donde vendrán los alimentos.

Se dice que hoy se producen suficientes alimentos para dar de comer a los 7.000 millones de personas que somos en el mundo, pero al mismo tiempo existen más de 1.000 millones de personas que pasan hambre, porque no pueden producir ni tener acceso a los bienes, porque no existen medios adecuados de transporte, ni capacidad de almacenamiento, pero sobre todo, porque no hay voluntad política.

Pero para mediados del presente siglo, la producción global de alimentos será simplemente insuficiente y el intento de alimentar a los más de 9.000 millones supondrá agotar los recursos naturales y destruir el planeta. Precisamente, la población mundial está creciendo en países donde la vida es más precaria. De los más de 2.000 millones que de aquí al año 2050 aumentará la población mundial, el 97 % nacerá en África, Asia e Hispanoamérica y en unas décadas aumentará la población joven en 1.000 millones, la mayoría concentrados en estos países pobres.

Una gran cantidad de población joven no desemboca necesariamente en violencia, pero si le añadimos las rivalidades políticas, las fricciones étnicas, los fanatismos religiosos, el desempleo y la escasez de alimentos, todo ello puede producir la chispa que lleve a la violencia. Cuando abunda la población joven, es muy difícil encontrar empleo para todos y muy fácil reclutarles para la guerra o la violencia, como sucede actualmente en muchos países.

China, que en época de Mao Tse-Tung se propuso multiplicar su población para aumentar su poder militar frente a Occidente, durante las últimas cuatro décadas ha llevado a cabo un experimento demográfico masivo, consistente en reducir la natalidad a través de incentivos o con castigos. Su propósito era reducir el hambre y elevar el nivel de vida de la población. Los resultados han sido espectaculares. Reduciendo el número de niños e integrando a la mujer en el mercado laboral, en pocas décadas ha conseguido sacar de la pobreza a millones de personas.

Su población de 1.300 millones, aun con un control de natalidad severo, sigue creciendo debido al «Momentun» o impulso demográfico, y a que millones de chinos están todavía en sus años de reproducción. La población masiva china es una herencia del partido comunista de los tiempos de Mao. En las décadas 50 y 60 del siglo pasado eran ya tantas las familias hambrientas, que se empezó a pensar en la imposibilidad de mantener el crecimiento de la población de forma ilimitada.

Cuando Mao perdió el poder se impuso una nueva política demográfica, invitando a los jóvenes a posponer el matrimonio, a retrasar la llegada de los hijos y a reducir su número. En menos de una década, la fertilidad cayó de 6 hijos por mujer a menos de 3. Cuando llegó Den Xiaoping al poder, en 1979, impuso la política de un solo hijo. El eslogan de Mao:»El hombre tiene que conquistar la tierra», para dar de comer a una población que cada día era más numerosa, fue sustituido por el de Xiaoping: «Mantén los arboles, protege al Rio Yangtze, tu Madre». A la gran deforestación de los años de Mao, le ha seguido una política de reforestación para tratar de prevenir y remediar las catástrofes originadas por aquella deforestación y que están causando pérdidas millonarias en personas, viviendas y cosechas.

No propongo esta experiencia china como modelo a seguir en el campo demográfico, pues nunca un Estado puede suplantar la libertad y responsabilidad del individuo o de la pareja, en el caso de la procreación de los hijos, pero sí para reconocer que su política demográfica ha sacado de la miseria a muchos millones de chinos y ha ayudado a la humanidad entera a limitar la explosión demográfica que podrían haber ocasionado los 1.300 millones de chinos sin ningún control ni planificación.

A mi entender, lo que ha fallado son los medios, que no pueden ser otros que la formación de la pareja en la libertad y responsabilidad para consigo y para con la sociedad en general y el acceso a los medios de planificación y control de la natalidad, como lo ha tenido Occidente.

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