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León

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León también se sumó a la celebración del Día Internacional de la Tapa. ¿Sumarse? No empecemos restando méritos, ésta ya existía en nuestra tierra antes de que la Legio VI nos inventase a nosotros. Salvo en jornadas especiales, como la citada, es siempre gratis, pues acompaña a la bebida, aunque haya discrepancias sobre si es foro u oferta, es decir, obsequio del hostelero o derecho del cliente. Lo indiscutible es que el leonés domina el arte del palillo. Hace unos días, a un amigo y a mí nos pusieron sendas croquetazas. Él se zampó en un santiamén la suya y cuando yo iba a hacer lo propio recurrió al viejo truco, golpe bajo donde los haya: «Mira, ¿no es esa Miss Universo?» Fue apartar un segundo la mirada del platín y, con la destreza de un banderillero, clavó su palillo en la mía. No pudo darle tiempo ni a masticarla, pero desapareció como una paloma en el sombrero de Houdini. No cupo reclamación alguna, pues lo deja claro el artículo primero de la ley de la tapa: el palillo más rápido, gana. Como en el spaghetti western , pero sin pasta.

En efecto, la gratuidad es uno de los marchamos de nuestro tapear. Todo lo demás es ración. Por ello, el leonés se guía por tres requisitos a la hora de escoger el bar: calidad de la tapa, abundancia de la misma y equipo de fútbol del hostelero. «Han abierto un bar nuevo que dan morcilla y picadillo», te informan. Y tú: «¿Queda lejos? ¿Tanto? ¿Es culé? ¿No será además de Valladolid? Me pones en un dilema, ¿has dicho morcilla y picadillo? Bueno, vale, vamos».

Pero las campañas promocionales deben hacerse con suma cautela, no vaya Merkel a considerar despilfarro este parnaso nuestro del tapeo gratuito, y no nos quede otra que mandarle los Tercios de Flandes. Los leoneses domamos con el picar a deshoras nuestros propios rugidos. «Mira, Gumersindo, ¿no es ese Obama?» Y cuando mira, ay, vas y le picas su tapa, en un vertiginoso ahora o nunca. No lo haces por hambre, ni por fastidiar, sino por tradición local. En la próxima ronda ya se vengará él, aunque sin rencores, pues entonces ya no tendría gracia. «Oye, ¿esos de ahí no son Ordoño II, doña Berengüela, Elvis y Sinatra?». A veces, no cuela. No importa, ya colará en la próxima.