EDITORIAL
La larga historia de la A-60 roza el esperpento
Pocas infraestructuras y más si ni siquiera se han empezado a utilizar por los ciudadanos disponen de una historia tan singular como la autovía León-Valladolid. Desde hace dos décadas se lleva hablando de un enlace de alta capacidad para vehículos entre ambas ciudades. Y desde entonces se ha producido una incontable sucesión de anuncios de plazos para el vial.
Pero la realidad es que únicamente están en obras los dos tramos más próximos a ambas ciudades y el bloque central entre Santas Martas y Villanubla ni siquiera dispone de algún tipo de previsión creíble.
Ahora el conflicto surge en ese primer subtramo que deberá unir León con Puente Villarente. La ausencia de una partida presupuestaria adecuada para su mantenimiento impide la apertura al tráfico de esos casi ocho kilómetros que están concluidos desde hace semanas. La situación roza el esperpento porque no parece de recibo que a estas alturas un mero despiste administrativo se convierta en una nueva barrera insalvable para que el acceso desde el noreste a la ciudad pueda realizarse por una vía de alta capacidad.
La acumulación de despropósitos y disculpas se hace tan larga a estas alturas que este nuevo revés parece un nuevo suma y sigue. Hace un año el problema era la mala temperatura del otoño para no poder asfaltarla, ahora un problema administrativo... Y lo único cierto es que la historia de la León-Valladolid sigue acumulando nuevos episodios que la hacen, como mínimo, una vía singular.