TRIBUNA
El éxito educativo en tiempos de crisis
El concepto de éxito educativo tiene que ver con la excelencia, con lo mejor, con la obra bien hecha de Eugenio D’Ors y hasta con la areté griega. Para nosotros, tener éxito educativo suele ser equivalente a obtener buenas calificaciones académicas durante los estudios reglados. También se relaciona con los resultados obtenidos en los diferentes informes Pisa que desde el año 2000 realiza la Ocde a los países miembros sobre su sistema educativo. En ellos destaca reiteradamente Finlandia por estar en todos los casos en los cuatro primeros lugares. ¿Qué tiene el sistema finlandés que no podamos tener y conseguir nosotros? Varias cosas: en primer lugar, confianza en el sistema, en los profesores y en los alumnos, en sí mismos y en las competencias para aprender. Y esto no es una utopía de didactas iluminados, ni un idealismo, desabrido, sino un elemental pragmatismo: si nosotros no creemos en nuestros centros, en nuestros profesores, en nuestros alumnos, ¿por qué van a creer los demás?
Resulta que no son lo más importante los recursos con que cuente el sistema (que también son destacados), sino un aspecto de tipo motivacional, de confianza y de pragmatismo cultural, de expectativas altas, los que pueden incidir decididamente en la conducta y resultados de la educación de los alumnos. Nuestro sistema de valores, que fue despreciado en la transición por ser valores caducos, no fue sustituido por otro más democrático y actual, y firmemente impulsado por la sociedad y por el profesorado, sino que se hizo un vacío en el que todo vale; y eso aprenden los alumnos de los políticos, de los medios, de la sociedad. En Finlandia, por ejemplo, el robo escolar es desconocido: los alumnos dejan las ropas, las carteras, las bicicletas sin llaves ni antirrobos y nadie se apropia de lo ajeno. Lo mismo ocurre con las viviendas: la mayoría no están cerradas con llave; si un vecino necesita algo de otro, entra en su vivienda con total confianza, lo utiliza y lo devuelve con absoluta normalidad.
Pero el puntal más destacado en el éxito educativo, son, sin lugar a dudas, los profesores. Suelo preguntar a los que van a ser Maestros y Profesores de Secundaria, cuál es el motivo por el que han elegido esa profesión. Las respuestas son variopintas, pero son muy pocos los que afirman que les gusta trabajar con niños, los vocacionales. La mayoría aduce razones laborales, salariales, estabilidad, etc. Incluso algún futuro profesor me ha dado tres razones para su elección: Navidad, Semana Santa y Verano. Nuestros profesores se encuentran quemados, disgustados y poco reconocidos, tienen problemas con la disciplina y con el respeto del alumnado, nuestros centros educativos son arenas movedizas, cajas negras, cubículos burocráticos, ollas a presión, y hasta nido de serpientes, argumentan que su trabajo es cada vez mayor en responsabilidades y menor en sueldo, y tiene razón.
En Finlandia el trato del profesorado con los alumnos es familiar y a la vez sumamente respetuoso: existe en los centros educativos un clima de confianza, cálido, acogedor, con afecto, respeto mutuo, voluntad de ayuda, dimensión colaborativa y social, que los hace únicos. La disciplina no es externa, es autodisciplina y reprobación colectiva, si algo no se hace bien. No es el sueldo docente muy abultado, contra lo que se piensa, sino la selección de los profesores que es, además de académica, personal, con entrevistas y propuestas de entrega a la profesión, que les hacer ir a ver a los niños a sus casas fuera del horario escolar, conocer sus peculiaridades, porque, cada alumno les importa. Los profesores se muestran muy satisfechos con su trabajo, involucrados en una profesión que aman y los motiva. Además la sociedad se ha preguntado ¿Qué es necesario poner en el centro del sistema, el alumno o los conocimientos? Y han respondido que lo primero.
La técnica que mira qué han hecho otros que han tenido éxito para copiarlo suele llamarse bechmarking. ¿Cómo se evalúa a los alumnos finlandeses que tan buenos resultados obtienen? ¿Han conciliado evaluación, motivación y expectativas? Parece que sí. La evaluación es muy informal durante los primeros años y se va formalizando posteriormente, pero sin provocar ansiedad ni miedo en los alumnos ni en los padres. A éstos se les informa y se les dice que lo importante es que el alumno perciba que es bueno en alguno de los campos, para, apoyados en él como fortaleza, ir desarrollando y corriendo aspectos en las debilidades detectadas.
En suma: la educación es un servicio público donde todos los que intervienen están y así lo creen al servicio de los usuarios, que son los alumnos y sus familias. La calidad educativa depende de infinidad de factores externos, no olvidando que se pueden cambiar los programas, las horas de clase, las materias, la actualización del profesorado, los recursos, etc. pero que sólo eso no es suficiente. Como los finlandeses debemos poner el acento en el desarrollo particular de cada persona, en la confianza en ella, en sus competencias y en su cultura. Bien es verdad que cada pueblo tiene su idiosincrasia y conjunto de creencias compartidas, pero lo fundamental es el objetivo común de conseguir una escuela de calidad con alumnos educados.
El éxito de la educación finlandesa no es sólo debido a una sabia construcción tecnocrática de sus expertos educativos (que también); sino que está en la sociedad, en los valores, en la motivación y en las expectativas de éxito que se tienen sobre el sistema educativo, sobre los centros, los profesores y los alumnos. Conseguir un estado de satisfacción compartida podría ser el inicio de una taxonomía de valores donde el aspecto vocacional primase sobre el laboral, donde todos sean mejores en algo, donde el derrotismo no nos lleve a la amargura y al abandono.