EL RINCÓN
Jugar la prórroga
El Gobierno está negociando con Bruselas otro plazo para cumplir el objetivo del déficit, que cada vez es un objeto de deseo más lejano.
Querer no es poder y aunque queramos satisfacer nuestra deuda, los acreedores no se dan por satisfechos hasta que cobren. ¿Qué puede hacer Luis de Guindos, más que dar la cara y evitar que no se le note el sonrojo? Con otros presupuestos sería un ministro excelente. Incluso se llevaría a las mil maravillas con su colegas más hostiles y no tendría que refugiarse en la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, que ha perdido el culo en su huida. La directora gerente, Cristine Lagarde, que tiene un perfil de sable afilado, está harta de que le den sablazos, pero se muestra comprensiva. Ya que no puede darnos más dinero, nos va a dar más tiempo. A nosotros, a Portugal y a Grecia. Somos el furgón de cola del tren del euro, pero no debemos desengancharlo de la locomotora alemana.
En nuestro caso la culpa le corresponde al tren de vida que hemos llevado todos, sin parar en ninguna estación.
Tendremos que aprender a vivir por debajo de nuestras posibilidades durante unos cuantos años.
Para habituarnos, la señora Lagarde, que dicen que es tan lista como la señora Merkel, ha pedido frenar la austeridad, que no le gusta a nadie. Es una virtud terrorífica que, salvo en el caso de algunos anacoretas, no seduce a ningún europeo, ni siquiera a los empadronados en Cataluña o Escocia.
Los eventuales seres humanos tendemos a la felicidad, llamándole así a las cosas inmediatas que nos alejan de la desgracia. Entre ellas figura tener algún dinero suelto. Discrepan en eso la señora Lagarde y la señora Merkel, que son como el Dúo Sacapuntas de la política europea. Creo que tiene razón la flaca. La austeridad a ultranza nos conduce con mayor celeridad de lo previsto a la ultratumba.
Y por mucha curiosidad que tengamos algunos, detestamos las prisas.