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León

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Las bombillas de las luminarias municipales no se cambian porque el camión con caja elevadora no ha pasado la ITV, y de momento no hay dinero para comprar otro. Tampoco lo hay para bombillas. En Cataluña, las cambian con castells. En Bagdad, las sustituyen subidos en alfombras voladoras. Y en Tanzania, en jirafas. En León, a partir de cierta hora, se diría que va a irrumpir Jack el Destripador, y aunque finalmente solo sea para preguntar dónde queda Patatas Blas el susto ya te lo ha dado. Las razones de la concejala de Urbanismo, Belén Martín-Granizo, me parecen convincentes, por rotundas y domésticas. Ideas no le faltan. incluso chispa, lo que no tiene es vil metal. Coincidí con ella en el pregón literario de Luis Carnicero, arquitectos ambos, y me lo recalcó: «es provisional». Cuando no hay dinero para un nuevo camión con caja elevadora, ni alfombras voladoras, ni jirafas, ni tampoco tienes a Gasol cerca, solo queda pedir a las bombillas que se cambien ellas solas, pero va a ser que no. Aquí el único que ha librado la ITV es James Bond, quien acaba de cumplir en forma sus primeros cincuenta años. A otros, en cambio, ya nos baila la matrícula.

La crisis se nos revela también en lo pequeño, no solo en la paralización de las grandes obras. No hay dinero para un nuevo camión con caja elevadora, pero tampoco para contratar masais. Solos nos quedan las luces de nuestra propia bohemia. En mi caso ésta me sale barata: soy de mostos.

La falta de bombillas, el camión supersónico… todo eso tiene solución, y la tendrá. Una vez enterado del motivo por el que León parece por las tardes un cuadro de Caravaggio, me solidarizo con la concejala, qué más quisiera ella que convertir cada calle en una Feria de Sevilla, incluso en un casino de Eurovegas. Pero gestionar sin dinero es como hacer bocadillos de aire; aunque el pan sea de hogaza, se echa de menos el embutido. La ciudad está oscura, sí. Pero lo importante es no apagarnos nosotros. Solo hemos de temer a nuestro propio desánimo, ese callejón de penumbras donde eres el verdugo y su víctima. En los malos tiempos: paciencia, humor y antorchas. Como canta Kristofferson: «¡Mira, estaba lloviendo… / y aquí llega el arco iris de nuevo!».

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