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RÍO ARRIBA

Las bicicletas, los canapés y la Ciuden

Publicado por
MIGUEL PAZ CABANAS
León

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Cualquier turista que hubiese dedicado su atención a las noticias publicadas en la prensa leonesa durante las últimas semanas, posiblemente se hubiera llevado la impresión de que la corrupción y el despilfarro son nuestras principales señas de identidad. Si ese lector, por añadidura, desempeñase su ocupación en algún organismo europeo, no dudaría en tenernos por unos golfos incorregibles a quienes no se les puede prestar ni un mísero euro.

Bicicletas eléctricas adquiridas para funcionarios municipales sin estrenar y olvidadas en un sótano; ágapes varios a cuenta de un contribuyente que, en algunos casos, llena el estómago gracias a Cáritas; y un bodrio institucional empleado para meter a dedo a docenas de afiliados y familiares. Ahí es nada. El turista, seguramente, se encontraría con sucesos parecidos en Valencia o Mallorca, pero aquí toca referirse a León.

Para quien piense que hablamos del chocolate del loro —comparado con la desmesura de las mafias chinas y, no lo olvidemos, los empresarios españoles que se han estado beneficiando de ellas—, habría que decirles que esto es, en realidad, la punta del iceberg. La célebre frase acuñada en siglos pasados, y ya convertida en slogan, de que en este país «no hay suficiente pan para tanto chorizo», nos coloca delante del espejo donde se miran, un día sí y otro también, griegos e italianos. No vamos a decir que en tierras anglosajonas no se coman habas, pero está claro que nuestros calderos rebosan de una sopa especialmente densa y maloliente.

De toda esa peste que va saliendo a la luz y que impregna las instituciones del país, el daño más perverso es la de la impunidad. Es cierto que ocasionalmente los pillan con las manos en la masa, pero la sensación de que los atropellos son multitudinarios, resulta paralizante. Ahí están todos esos casos de amiguismos y redes clientelares, aceptados entre nosotros como algo normal, que nos convierten en un país de paniaguados y panderetas. No podremos seguir mucho tiempo así, salvo que nos importe un bledo el futuro. Porque llegará el día, si no lo remediamos, en que los únicos que voten sean quienes deban su puesto a un político, mientras los demás caminen bajo la luna con cara de hambre y de bobos.