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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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Cada barrio de León tiene su propia melodía, una evidencia que para la zona obrera y ferroviaria del Crucero otorga su merecida cuota de protagonismo a la cofradía del Santo Cristo del Perdón. Allá en la década de los 60, el fervor religioso, la devoción y la fe fueron los pilares religiosos sobre los que se asentó la recién nacida cofradía, que pronto adquirió tremendo arraigo popular en el gran patio de vecindad que era y es El Crucero. Una colmena vibrante de vida con un estilo muy castizo en la que tuve el privilegio de vivir durante algún tiempo. Pues bien, hace casi 50 años se fundaba una cofradía penitencial que se convertiría, con el paso del tiempo, en brújula espiritual de toda la vecindad afincada más allá del Bernesga. Y cuando León se viste de primavera, la Pasión marca el paso de los hermanos y hermanas del Perdón, protagonistas en el Martes Santo de uno de los episodios principales de nuestra Semana Santa, como es la liberación del preso a la vera del catedralicio Locus Apellationis.

Aunque los días de solecito y buen tiempo nos parecen muy lejanos, las buenas gentes del Perdón siguen luchando por traer belleza y ornato a la ciudad, iniciativa concretada en la Escuela de Música que ha reanudado sus actividades encaminadas a ofrecer una alternativa lúdico-cultural a la época tan banal en que vivimos, al tiempo que contribuye a crear un ente de integración en el seno parroquial. Envueltos en un barniz de idealismo, un grupo de profesores y profesoras se empeñan en inculcar a los jóvenes alumnos el lenguaje universal de la música. Se trata, en definitiva, de mover conductas y crear afinidades a unos modos de vida basados en los gustos estéticos y culturales. Enhorabuena al abad, José Carlos Alonso, y a mi amigo Roberto Fernández, por su afán de inculcar épica en los hechos cotidianos.

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