Diario de León
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Cumpleaños centenario en Villaverde de Torío

Mi abuelo cumple hoy 100 años. No me gusta presumir, pero en este caso presumo de abuelo. Bueno, he de decir que también de abuela porque tiene 97 años y hasta el día de hoy han estado juntos 71 años. Por tanto mi carta en realidad va para los dos. El primer recuerdo que tengo de mi abuelo es en su pueblo, Villaverde de Torío, llegando del campo, muy rápido, como el andaba (todavía hoy anda con bastante agilidad), y con su boina negra, que se quitaba al llegar a casa y la colocaba en el perchero, lista para salir corriendo al amanecer del día siguiente.

Recuerdo la frescura de aquella casa de adobe (construida por su suegro), el aire limpio, los sonidos puros y una armonía que te acompañaba en cada instante. Supongo que son los recuerdos de la niñez. Después, más adelante, fui consciente de la capacidad de trabajo de mi abuelo, de su inquietud por aprender, por superarse, por mejorar aquello que con tanto esfuerzo habían recibido de sus padres y de su visión de futuro. Con los años se trasladó a León para ofrecer a sus hijos un futuro mejor. Ahora querría irse a vivir a Madrid porque esto ya lo conoce, y allí hay grandes empresas, buenos trabajos… en fin, en algo tenía yo que discrepar con mi abuelo.

Pues para mí son grandes trabajos construir el puente de madera sobre el río Torío que se llevaba cada año la riada, e ir andando con un carro tirado por vacas lleno de remolacha hasta la azucarera de Santa Elvira, o lleno de madera hasta la feria de Villalpando (Zamora) 9 días de ida y 9 de vuelta. Labrar las tierras con sus manos, arar con el arado romano, segar a hoz y a guadaña… A otras cosas no fue voluntariamente, como a la Guerra Civil, de la que nunca le ha gustado hablar, quizá porque estas cosas son muy difíciles de explicar y es mejor dejarlas estar. Yo también huyo de los grandes sufrimientos.

Nunca tuvo coche, la Feve y unos zapatos lo llevaron cada día desde su casa en León a su pueblo, donde ha seguido cuidando cada palmo de tierra recibida y arduamente conseguida.

Y mi abuela siempre ha estado a su lado, poniendo el equilibrio en cada decisión, en cada paso…Y nunca faltó gente en su casa, cuanta más mejor, había para todos, especialmente el día de San Antón, donde se comía, contaba, cantaba, bailaba, reía… claro, es que entonces no había televisión.

¡Ah! y hace 40 años los abuelos también cuidaban de sus nietos, y a nosotros nos han cuidado a todos. Ha sido un privilegio tener estos abuelos y no puedo menos que presumir de ellos y contaros cuales son los secretos para vivir 100 años. Un agradecimiento a sus hijos que los quieren y los atienden muy bien.

Camino Fernández. ZAMORA

Confucio en Ponferrada

Les ruego encarecidamente que abran un aula del Instituto Confucio en Ponferrada en la Universidad de los Mayores para ayudar a sacarnos de la crisis.

Ángel Rafael García. PONFERRADA

El líder y los lobos

Observando con detenimiento a una manada de lobos, llama la atención la forma de organizarse y de actuar que tienen. Su objetivo es intentar dar caza al mayor número de presas posible para saciar sus voraces estómagos. Un líder, rodeado de astutos obedientes, marcha por la montaña en busca de alguna pieza. Cada uno sabe de antemano su cometido y procuran no defraudar al jefe por miedo a la regañina. A la hora de comer, las mejores raciones se las ceden y si algún osado mete el morro puede salir escaldado. Pero ocurre una cosa: si hay abundancia de carne, la permisividad del líder es más grande y el resto se muestran más sumisos. Cuando las piezas escasean, hasta el último de la fila protesta desafiante. Hay continuas amenazas y si el jefe se debilita, la manada se desorganiza. Incluso otro, aparentemente más agresivo y fuerte, puede arrebatarle el puesto. Si el gran líder muestra toda su fortaleza, alguno se va cojeando y con un buen escarmiento. Ya solo por las laderas y con escasez de comida, se da cuenta de que regresar a la manada es la mejor opción posible. Esta vez, más sumiso que nunca, no vaya a ser que le den una buena paliza... Cuando oímos a unos pocos políticos, en muchas cosas, nos suena a esto. Lobos que nunca se llenan y que en épocas difíciles, en vez de colaborar con la manada, enseñan mucho los dientes. Y si lo hacen de forma alocada, seguramente se vengan a menos por intentar ser más que nadie. Pero, siempre unos pocos le sonreirán su osadía y le jalearán a sus falsos aullidos tenebrosos. Precisamente estos, más pronto que tarde, pasarán a engrosar la lista de los viejos lobos olvidados, como uno más.

 Luis Fernando Terrón. ASTORGA

El futuro del ferrocarril

El decreto de liberación ferroviaria es un triste ejemplo de cómo liquidar el ferrocarril público que hoy conocemos, por orden de Bruselas y un organismo económico con sede en Londres (Adif se ha dividido en dos), conllevará repetir la misma infamia del 30/9/1984, cuando un Consejo de Ministros del PSOE amargó la vida a miles de españoles/as, al abrobar la supresión de 1.464 kilómetros de líneas, dividiendo a la ciudadanía entre quienes disfrutaban del tren y la desdicha de quienes veían sus estaciones sin tren con viles y ruines justificaciones económicas. No se puede perder el ferrocarril público (en Alemania los hay privados que funcionan bien, esto poca gente lo sabe), debido a que en este país de pandereta siempre se ha despilfarrado dinero público; despreciando, tirando y desguazando material ferroviario que podría haber venido fenomenal a otras empresas que racionalizan, optimizan y cuidan más los bienes. Si fuéramos realistas, defenderíamos nuestro ferrocarril público y no se cerrarían líneas tan necesarias y que con una adecuada inversión podrían ser competitivas.

José Jorge Menéndez. LEÓN

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