Diario de León

EL RINCÓN

Madrid no era una fiesta

Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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La mejor coartada de las múltiples divinidades que siempre han adorado los seres humanos es que no existen. A veces, el azar, que puede tener muy malas intenciones, se muestra caprichosamente rencoroso y los supervivientes de las catástrofes, incluidas las íntimas, debemos sentirnos agradecidos. A cualquier persona se le han ofrecido muchas oportunidades de morir antes de la fecha que figura en su esquela. En ocasiones que no dependen del interesado se altera el guarismo de la necrológica por un ciclón o por una fiesta, según el viento que corra. Los chinos que se dedicaron a pensar en vez de inaugurar tiendas de «todo a cien», cuyo precio es mentira, decían que la suerte es todo, o casi todo, ya que más vale una cucharada de ella que un barril de sabiduría. Habrá que preguntarse si ha sido únicamente cuestión de suerte la tragedia del Madrid Arena, en la absurda y plagiaria fiesta de Halloween. ¿Cómo pueden meterse a 10.000 jubilosos jóvenes en la misma ratonera, como si no tuvieran bastante con el paro? Un solo petardo ocasionó la estampida, pero le seguimos llamando azar a lo que nos buscamos a puro pulso.

Quienes aspiraban a divertirse pasando miedo lo pasaron de verdad, pero solo murieron tres, lo que es una excelente proporción entre los candidatos a pasar a peor vida. La organización de la anunciada como «la noche más tétrica» permitió la entrada de menores, o sea, de inocentes aún no afectados por el transitorio estado de demencia que es la adolescencia y la llamada primera juventud. Ahora se hablará de localizar al majadero que provocó el desastre, que no fue uno solo, y del funcionamiento de las puertas de seguridad. La cortesía se ausenta en las catástrofes y nadie que quiera salir le deja el paso a los que quieren entrar, que tenían la obligación urbana de guardar cola. Cuando «no cabe un alfiler», que dicen los cronistas menos dados a innovar la metáfora, no cabe más que la tragedia.

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