RÍO ARRIBA
Tontos y villanos
Se llenan las salas de cine leonesas para ir a ver lo último de James Bond, una película entre ruidosa y mediocre (las relaciones edípicas que afloran en su desenlace son penosamente cómicas), a la que algunos atrevidos han calificado de obra maestra. A lo mejor se debe a la presencia en el film del gran Javier Bardem, a quien recientemente, y a raíz de unas declaraciones criticando al Gobierno, un portavoz popular ha calificado nada menos que de villano. La villanía, por cierto, es que en la película hayan doblado a Bardem con una voz horrorosa (ni una queja en el cine al ser testigos del disparate), como si los espectadores españoles fuéramos tontos sin criterio.
En cualquier caso, lo de quiénes son los verdaderos villanos y tontos de este país (y sus regiones periféricas), daría mucho de qué hablar. Los tontos, mal que nos pese, venimos siendo los ciudadanos de a pie. Unos más que otros, qué duda cabe, pero la sensación es de que nos están tomando el pelo a todos miserablemente. Me viene a la memoria un artículo reciente de Jordi Soler hablando de uno de los grandes millonarios del Siglo XIX, Phineas Taylor Barnum, fundador del show bus iness, a quien se le atribuye la célebre frase de que «cada segundo que pasa nace un nuevo idiota», algo que probablemente piensen con frecuencia algunas cadenas de televisión. Lo que viene a decirnos el escritor es que la máquina de atropar dinero que gobierna el mundo (una especie de HAL 9000 con la ética de un tragaperras), necesita víctimas —tontos útiles— constantemente.
En cuanto a los villanos que nos rodean, ya nos gustaría que se pareciesen un poquito a Javier Bardem. Yo creo que son menos versátiles que el actor español y, desde luego, mucho más casposos. Vamos, que se les nota a la legua que tienen el colmillo retorcido, el bolsillo ancho y la cara muy dura. No se piensen que se hallan en lejanas torres de marfil, o en lugares recónditos, sino bien a la vista, a veces detrás de un ordenador o un escaño, y otras, tomándose lingotazos de malta a costa del erario público. Los hay que hasta van a misa, como decía mi abuelo.
Qué tiempos aquellos, cuando a los villanos se les despachaba con un tiro en la frente del tamaño de un dólar de plata.