Diario de León
León

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No volverán aquellos días en los que en el Húmedo sólo se blandían armas para celebrar san Martín, con el gocho expuesto a pasar a la despensa, en la exaltación del mejor elemento que jamás ha existido en León para combatir el hambre.

Hasta con eso pudo la administración de las dos velocidades; le sacudió a los hosteleros del barrio una multa tipo DGT por ofertar a los dioses el ejemplar de porcino en plena calle, ahora por sanmartino, qué bárbaros estos leoneses, mientras permite que hordas de caballeros castellanos salgan con lanzas como las de Breda a ver si cazan a un toro malo, malo, malísimo.

Caña aquí, dijeron antes de extender la liquidación para el último acontecimiento que dejó ver entre el Húmedo lo que fue el casco histórico de León.

Los políticos sabrán qué hacen con la gallina de los huevos de oro de la ciudad, ahora que como en el Sacromonte granadino de Lorca brillan las navajas entre vinos y tapas de gañote que hicieron internacional a la urbe antes de que la Junta supiera lo que era la oficina de turismo, y la luna acude regularmente con su manto de luto a enjugar la madrugada.

Lean los señores de la seguridad entre líneas las cartas de los hosteleros, que con sus impuestos soportan una parte muy jugosa del pastel del ingresos que queda en este poblachón decrépito después de que saltara por los aires al clan del póker y la caja, y ven amenazado su negocio cada vez que más allá de la plaza de San Marcelo la noche de León iguala el horario con la de Medellín, y se corre el riesgo de ir a tomar un copón y volver a casa con un siete en el hígado.

Por algo será que los dueños de bares piden más presencia policial; y la asociación de vecinos más luminosidad, farolas (atento el Yiyo) contra el canguis que se expande por las callejuelas tras saber que en tal esquina se cubrieron de sangre los adoquines o que una Valquiria le rajó la gorra a uno del Teleno que se acercó a ver qué había. Y si acceden a llevar más policía, no dejen de observar esas señales que desde hace años asoman al sol de la media noche leonesa; a la vez que buscan navajeros miren de reojo en esos garitos donde se estornuda más que en una fiesta de gramíneas. Desde que León juntó a los farloperos colombianos y a los ingenieros que vinieron a quemar ruedas corre un runrún muy jodido por la calle.

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