Diario de León
León

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Lo que faltaba. CC.OO. y UGT piden que la huelga general lo sea también de consumo. Pero León necesita consumir, ya lo hemos recalcado aquí, para que esta tierra no quede consumida por el miedo. Consumir sin caer en el consumismo (éste consiste en comprarte otra corbata cuando tienes diez que aún no has estrenado). Cada vez más personas se detienen ante los escaparates y —tan sólo— ven ya su propio reflejo. Y es que para hacer la digestión hay antes que haber comido. Los sindicatos han justificado su propuesta en un «para no ser como Grecia», aunque culturalmente procedamos de ella, con parada en Roma y en todas las estaciones. Por cierto, el miedo ha matado a la osita Jimena, según los informes veterinarios. Viajaba a Camelot, pero lo ignoraba. El miedo fue más fuerte que su esperanza. Se equivocó.

Cuando era niño, los domingos por la tarde salía por la televisión una marioneta vestida de marinero que repetía «¡tengo miedoooo…»!, a la vez que se le levantaba el flequillo. Fue hace mucho, cuando nuestras heridas se curaban con Mercromina y aún ignorábamos que los reyes eran los padres. Pero no cabe nostalgia alguna.

¿Huelga de consumo, más todavía? Si aquí ya no consume nadie. Leo en una información de María Jesús Muñiz: «La crisis se lleva por delante un tercio del comercio tradicional de alimentación», y en el subtítulo: «Sólo crecen las cadenas de supermercados, el único formato que soporta el pulso del miedo al consumo». Vivimos en un mundo de problemas nuevos, aunque de soluciones quizá tan viejas como él y rara vez tenidas en cuenta. CC.OO. negociará su propio ERE. No lo hará con gusto, sino con dolor; por cierto, como muchos empresarios. ¿Quién puede demonizar a la ligera en tiempos confusos?

Mejor que hacer huelga de consumo, hágase de miedo, para que no termine con nosotros antes de que hayamos arribado a Camelot, como le ocurrió a Jimena. Tengámosle únicamente pánico a nuestro propio pánico, y a su efecto paralizante. Valiente no es quien carece de miedo, sino quien teniéndolo consigue darle esquinazo, aunque sólo sea por un rato. Sin embargo… ¿cómo lograrlo sin esos valores, creencias y convicciones que ayudaron a nuestros padres a navegar entre tormentas?

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