LEÓN EN VERSO
El reino de Caín
Rodríguez podría dar comienzo ya a su ópera prima literaria al frente del PSOE leonés, y como Ramón J. Sender con las ballenas varadas en la playa, preguntarse por qué se le van los diputados. Se le ha afeado la temporada a este babiano que, por imprevisto, se ofreció sin una arruga en el traje para fenómeno del año; de la década, por la frescura de su llegada; fenómeno desde la transición, quitó el biombo y se anunció: Tino Rodríguez, secretario provincial, como Zapatero.
A Celestino se le concede el margen de maniobra que desenvuelve todo leonés que se presenta en un lugar donde no se le conoce; tiene para moverse holgado el tiempo que emplea el cainismo en organizar la primera batida. En el PSOE leonés, que habitan ya más tribus que en todo el África subsahariana juntas, que al joven dirigente no le hayan devorado ya las hienas es señal de que sabe bien por dónde pisa. Otra cosa será cuando llegue la subasta de los votos, y si tiene recursos en caja para pagar las facturas de las fracturas originadas en el magma del socialismo leonés; si Llorente sigue ahí enfrente de la casa del padre dispuesto a retomar la hacienda arrebatada.
De Rodríguez sorprende ese caminar templado que le lleva por la provincia, mientras deja a Villarrubia —que tiene una pinta de defensa central que no puede con ella— hacerse fotos a su lado y así disimular alineamiento con la regional, que en León no estuvo bien visto nunca, ni cuando Quijano quería venir a estropear los sueños de Zapatero. Tino va flanqueado siempre por masajistas con toallas al hombro, como la estrella en ciernes del boxeo americano que enfila el pasillo al ring de Las Vegas. Si se reparten bofetadas antes del combate, es fácil que reboten sin rozarle la mejilla.
Allá sigue Celestino Rodríguez, con esa costumbre de la mano al flequillo hecha tic que define la autodefensa de quien se siente observado. Con razón lo estará este ex asesor de Pepe Blanco, que se atrevió a cargar con la herencia del socialismo del pelotazo sin más bagaje que el de la vida: aprendió en el colegio de Huergas, en el instituto de Villablino, en la facultad de Madrid; y se hizo político sin hacerse el dueño de un patio de colegio de los eleteuves de aquí, donde Martín Villa dijo que nacerían líderes.
Celestino debería subrayar algo más en su currículum: que es del pueblo de Pedro Madrigal.