Una cumbre sin fantasmas

Al hilo de la Cumbre de Cádiz que corona los actos del bicentenario de la independencia de las repúblicas americanas de estirpe española y para espantar los fantasmas del pasado creo que sería útil anotar un par de ideas acerca de cómo fue el encuentro histórico entre aquellos dos mundos y la posterior separación por obra de la guerra.

La Conquista —nombre o apellido verdadero del Descubrimiento—, no fue la obra evangelizadora altruista que relataban los libros de Historia tradicionales, pero tampoco la degollina interminable que siguen relatando algunos historiadores iberoamericanos que trasladan los clichés de la leyenda negra hasta los episodios bélicos de hace doscientos años que culminaron en la independencia de las diferentes repúblicas. Ni tanta épica, ni tanta crueldad.

Para no extenderme en demasía, quiero recordar el testimonio de un testigo excepcional de lo acaecido en aquella época, el general José María de Torrijos, un patriota que defendió a España contra las tropas invasoras de Napoleón, luchó por la Constitución liberal de Cádiz de 1812 y murió fusilado por orden de Fernando VII, el Rey Felón, el 11 de diciembre de l831, en la fría mañana de una playa malagueña: «La América (sic) no tuvo la culpa directa en los males de la España; pero tampoco ésta los tuvo de los que sufrió la América. Ambas eran víctimas del gobierno español que las oprimía, y ambas acechaban una oportunidad para romper sus cadenas.

.../... Pero cuando la guerra ha terminado; cuando la razón la justicia y la política reclaman un proceder diferente, ¿a qué perpetuar odiosidades (sic) que enturbian la buena voluntad y simpatía que debe reinar entre los países? ¿No recuerdan los americanos que sus padres, sus abuelos o antepasados fueron españoles y que sus acusaciones recaen sobre la memoria de aquellos a quienes deben mirar con respetuosa veneración?

.../... En las querellas de familia, debe prescindirse generosamente de las ofensas y el honor y la gloria pertenece al que primero tiende la mano y ofrece una sincera reconciliación».

Tengo para mí que en estos días en los que ciertos líderes de países iberoamericanos —algunos de ellos ausentes de la Cumbre— han hecho suyo el rencoroso discurso revisionista contra lo que es, lo que fue y lo que representa la presencia española en América, es útil recordar las palabras escritas hace 200 años por el general Torrijos, al filo de aquellos días que cambiaron el mundo entonces conocido.