EL RINCÓN
Hablar el mismo idioma
Cuando Dámaso Alonso era director de la RAE, le escuché una conferencia magistral, que pronunció de pie, a pesar de ser un octogenario de avanzada edad, y en la que nos trasladó la necesidad de armonizar lo que podríamos denominar «idiomas españoles».
Echaba mano de un ejemplo muy socorrido y brillante, respecto a las veinte formas diferentes con que podíamos denominar un artilugio que en España conocíamos como bolígrafo. No era la única verbigracia.
Hace dos años, en Costa Rica, en un cartel publicitario que pretendía combatir el exceso de peso, se refería, no a los michelines, término procedente de la publicidad de una determinada marca de neumáticos, sino de «llantitas», es decir, la misma etiología pero con resultados más correctos y menos publicitarios en América.
Hace tiempo que la Real Academia Española de la Lengua se desprendió de soberbias, y con las academias correspondientes americanas intenta coordinar estos «idiomas españoles» que se hablan por el mundo, y que tienen vigencia e importancia por el español de América, por los hispanos que ya deciden quién va a ser presidente de Estados Unidos, y por los emigrantes repartidos por cinco continentes, que hablan el idioma en el que escribió Cervantes la novela más universal de Occidente.
Ignoro si en Cádiz se habla de estas materias. A la salud y al idioma no se le concede ninguna importancia a no ser que se presenten dificultades.
Pero me parecen relevantes, y hora es ya de que agradezcamos a nuestros hermanos del otro lado del Atlántico que hayan colocado la lengua con la que amamos y entendemos, en una de las más importantes del mundo.