CRÓNICAS BERCIANAS
Manolito
Me revientan los obituarios periodísticos. Más allá de lo informativo suelen resultar un empacho laudatorio. Porque no hay difunto malo. Ni para sus amigos, ni por supuesto para sus enemigos. Pero haré una excepción con Manolito Peña, al que sólo conocí de cerca cuando irrumpió como edil estrella del área de Deportes del gobierno de Ismael Álvarez en Ponferrada. Me pareció que nunca debió estar hecho de la pasta prototípica de los héroes balompédicos. Le sobraba humildad porque la ejercía. También cierto pulso al abordar las tareas municipales, en franca contraposición con sus movimientos fulgurantes sobre el terreno de juego, que le convirtieron en un bisturí de defensas. Confieso, sin embargo, que siempre fui benévolo periodísticamente con él, porque Peña era uno de mis ídolos de adolescencia. Tal vez de todos aquellos niños que nos arremolinábamos los fines de semana en los campos del Polígono de Ponferrada envueltos en la neblina del Sil y el sueño tierno de convertirnos algún día en futbolistas.
Peña era como el Oliver del San Ignacio. Su compañero Pacios, un crack malogrado y fallecido hace tres años, Benji . La mayoría de aquellos benjamines vivimos luego la ascensión de Peña por las selecciones nacionales y por la categorías inferiores del Valladolid hasta llegar a la cumbre goleando en el Nou Camp, como un modo de colmar nuestras ensoñaciones frustradas. Le recuerdo con su cara de querubín un sábado de mercado en Ponferrada, sentado en el banquillo de Deportes La Barra , con su padre, comprando unas botas cuando ya sonaba para grandes equipos, y yo pensaba distante que desearía ser algún día como él.
Decía Borges que somos nuestra memoria, un montón de espejos rotos. En esa pila de cristales desordenados de muchos cuasicincuentones ponferradinos que un día perseguimos ídolos en las playas de barro que jalonan la Costa del Sil entre la vieja térmica de MSP y el puente de Los Faraones su muerte prematura ha fijado como una imagen común la de hombre bueno de Manolito. Su leyenda futbolística ensalza al ariete que le clavó tres goles a Zubizarreta en el campo del Barça. Algo verdaderamente poco ordinario. Pero lo realmente extraordinario y habla muy elocuente de su carácter es que fue el único jugador de Primera División que durante seis temporadas no vio ni una sola tarjeta de amonestación.