editorial
Las parroquias tejen la solidaridad en la calle
De un tiempo a esta parte en los sucesivos barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) revelan un aumento de la preocupación por los tres principales problemas del país: el paro, la situación económica y la clase política, con la particularidad de que este último marca su cota más alta de la democracia. La falta de iniciativa de la clase política frente al progresivo empobrecimiento de la ciudadanía está obligando a los ciudadanos, que se sienten pisoteados en sus derechos y a los que nadie ofrece una salida, a asumir cada día un mayor compromiso en relación con la situación de quienes tienen mas cerca y peor lo están pasando. Lo hacen las oenegés y distintos colectivos, pero también las parroquias, que se han convertido en León aglutinadoras de esfuerzo del voluntariado para solucionar problemas no ya en otras partes del planeta, sino allí mismo, en el barrio.
Puede verse de muchas maneras, pero la extraordinaria respuesta no a la huelga del 14-N sino a las manifestaciones que la cerraron y el movimiento de solidaridad ciudadana tejido en torno a los desahucios son un aviso para la clase política en general, que debería reflexionar sobre su actitud y evaluar seriamente el hartazgo ciudadano.
Los derrotados por la mala gestión de la crisis difícilmente van a seguir resignándose y guardando silencio ahora que han descubierto que juntos y reivindicando sus derechos conseguirán imponerse a la apatía y al desgobierno. Y que además la solidaridad es un arma muy poderosa.