Sindicalismo sin hache

Al secretario provincial de Comisiones Obreras le gustaría fusionarse con el secretario provincial de la Unión General de Trabajadores. Se pregunta Ignacio Fernández por qué no podrían casarse ambos sindicatos si ya son «pareja de hecho». ¿Sería bueno? ¿Sería malo? Lo ignoro, ni siquiera sabía que se gustasen. Además, no todas las fusiones son iguales. Las hay buenas, al menos para los fusionados, como la de Brad Pitt y Angelina Jolie. Y las hay malas, como las del átomo. Luego estarían ya todas las demás, o sea, depende cómo, cuándo, con quién y para qué. Ortega y Gasset se fusionaron para escribir sus obras al alimón, y no les fue mal, en cambio, el doctor Jeckyll y Mister Hyde llegaron a las manos. Los sindicatos desarrollan una importante tarea, y la democracia tiene una deuda con ellos, pero algunos liberados necesitan ya algo más que viagra para consumir una fusión con éxito. La defensa colectiva de los trabajadores sigue siendo necesaria en estos tiempos convulsos, pero algunas formas de hacerlo se han quedado no ya obsoletas, sino fosilizadas. En las concentraciones y manifestaciones patrón lo siguen rimando con jamón, vamos a expresarlo así. El sindicalismo es y ha sido para algunos un funcionariado paralelo. Pero todo lo que nace de una ideología no puede burocratizarse sin perder su esencia. Como ocurre con el periodismo, no hay que inventar nada nuevo, sino recuperar valores.

Ignacio Fernández no ha pedido la mano de Arturo Fernández, sino solo su dedo meñique. No ha dicho «fuguémonos», sino que le ha dejado caer la posibilidad de una boda formal, si la luna les es propicia y la pensión no tiene chinches. Parece evidente que cuando decimos que el sistema ha fallado, también incluye a los sindicatos, y supongo que a unos más que otros.

El sindicalismo tiene una importante labor por delante en estos próximos años, pero tiene que ser más libre y menos liberado. En mi opinión, debe volver a lo esencial de su vocación de servicio, a un estilo de conducta, y dejarse de demonizaciones caducas, como el sindicalismo tampoco debe ser demonizado de acuerdo a criterios oxidados. Y te cases como te cases, ha de serlo por amor, que según Jardiel y la Academia «se escribe sin hache».