Diario de León
Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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Vino Carlos Fidalgo a Valencia, a hablar de su novela El agujero de Helmand . Intervino en uno de los lugares más curiosos de la ciudad: un museo de soldaditos de plomo que suma más de un millón de diminutos combatientes esparcidos en decenas de vitrinas. Soldados de todas las épocas, ambientados en muy diversos escenarios, con diferentes luces. Un museo donde se reproducen a escala batallas decisivas de la historia de la Humanidad, respetando la orografía de los lugares. Así las cruciales de Napoleón o las aún más impresionantes de Alejandro Magno. La reproducción de la batalla de Gaugamela, del gran macedonio, emociona, ilustra y sorprende.

Carlos, columnista de este diario, berciano y muy original e intenso narrador, estuvo acompañado por el escritor Fernando Marías, que fue quien le presentó. El acto se inscribe en un programa de difusión y debate sobre diversas novelas bélicas.

Allí aparecí en una noche de otoño. En la que Carlos Fidalgo habló con gran dominio y precisión; con serenidad de estratega, cabría añadir. Habló de su pasión por la narrativa y nos contó datos muy interesantes de la génesis de su breve y excelente novela.

El autor sitúa la acción en la sureña provincia afgana de Helmand, donde se cultiva droga a gran escala y donde los soldados americanos han sufrido muy penosos avatares. El libro, además y sobre todo, es un juego con el tiempo, como bien recordó Carlos. Porque funde la guerra actual con el remoto paso del ejército de Alejandro Magno por el mismo lugar hace veinticinco siglos.

En esa armonía late el corazón del libro, y su enigmática propuesta. Fidalgo ha escrito literatura en estado puro, la que bebe en fuentes hondas y perdurables. En Borges o en Juan Rulfo. Carlos va por ahí, por el buen camino. Lejos de artefactos comerciales, del mero entretenimiento o de la bagatela medievalista.

Fernando Marías intervino con sutileza y gracia. También el historiador Alejandro Noguera, organizador del acto y miembro de la familia propietaria del insólito museo. Que está ubicado en uno de los mejores edificios de la calle Cavallers, la más ilustre del enorme casco antiguo de Valencia.

El acto suscitó un serio debate. Donde viejos radicales enojados acreditaron su descarrío. Cayendo en esa triste posición que proclama que el burka, el analfabetismo o los curanderos son respetables expresiones culturales. Como si no existieran los derechos humanos. Parece mentira, pero aún hay quien trata de conciliar el marxismo con el subdesarrollo mugriento y con el medievalismo religioso.

Carlos Fidalgo ha escrito una novela donde se funde la política y la fantasía. Donde juegan en un mismo plano los marines norteamericanos y los misterios que Borges reveló en sus cuentos.

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