La opinión del lector
Adiós a un hombre cabal
Con este calificativo daba título al artículo de la colección Legio, que edita el Instituto de Estudios Leoneses, de la Casa de León en Madrid, y que en el 2009 dedicamos, como merecido homenaje a don Antonio Viñayo. Al encontrarme con la triste noticia de su fallecimiento quiero recordarle como añadía en ese mismo artículo: «Cualquier calificativo que pudiéramos ponerle se quedaría corto por su bonhomía y lo mucho que investigó y publicó a lo largo de su vida entregada a la par al estudio e investigación histórica y a la Real Colegiata de San Isidoro de León desde el año 1957».
En Legio su viejo y buen amigo Antonio del Valle escribía —todos lo suscribiríamos—: «Amante de los libros, de los tesoros de San Isidoro, de la Historia. Sacerdote ejemplar con una profunda fe, llana y natural, revestida de humildad y serenidad. Buen Abad y mejor persona. Excelente orador, contador de historias y de la Historia…».
La muerte de don Antonio deja muchos huérfanos desde el archivo-biblioteca de San Isidoro a la propia Colegiata, a sus más estrechos colaboradores con su hermano don Manuel a la cabeza y a tantos amigos, entre ellos a la Casa de León en Madrid, de la que era miembro de su Consejo de Honor, a la que siempre mostró su cariño y colaboración. También ponemos aquí ese crespón negro que tendrá la Colegiata para darle la despedida, a la que nos unimos de todo corazón quienes tuvimos el privilegio, la oportunidad y el honor de conocerle y tratarle. En la historia de León ya está don Antonio por méritos propios y seguro que ya también estará en ese cielo que supo ganarse donde le esperarán familiares y amigos con los santos Martino e Isidoro a la cabeza.
Termino transcribiendo: «Don Antonio, este nuevo número de Legio (...) de la Casa de León en Madrid, donde nos honramos de que usted forme parte de su Consejo de Honor, se lo debíamos y en él va volcado el respeto, admiración y cariño que nos merecen su persona y su obra». Satisfecho puede estar de su obra el abad emérito. Muy despacio y sin hacer ruido se ha ido y, ya ves, Pedro Trapiello, sin esperar tu orden y sin pedir permiso… Laus Deo.