Diario de León
Publicado por
miguel paz cabanas
León

Creado:

Actualizado:

Sin querer abrazar el sentimentalismo propio de estas fechas, quiero abrir un minúsculo paréntesis navideño. Había pensado que, cerca del Día de Los Santos Inocentes, no quedaba otra que aludir a los mensajes grotescos con que nos están bombardeando constantemente (que se entreguen, por ejemplo, millones de euros por su nefasta gestión a las Cajas y que estas lo utilicen, paradójicamente, para despedir trabajadores), pero me he resistido a caer en esa poderosa tentación: mejor hablarles de algo que no nos deprima más, de un libro, por ejemplo, en estos tiempos no ya malos, sino irremediablemente pésimos para la lírica.

La obra se titula La comedia humana y la sacó a la luz en 1943 el escritor norteamericano William Saroyan. En medio de la guerra más devastadora y espantosa que ha conocido el hombre, es un himno maravilloso al candor y la bondad humanas. No es, ni de lejos, una obra complaciente (aunque sí dotada de una religiosidad luminosa y extraña) y está trufada, como no podía ser de otro modo, por episodios trágicos y sombríos que te hielan el corazón. Tal vez porque fue escrita por un hombre atormentado (huérfano desde los tres años, hijo de un pueblo, el armenio, perseguido y castigado como pocos, William Saroyan fue en su madurez un adicto al juego y el alcohol) o porque, precisamente, no se puede hablar de la felicidad sin sumergirse en las fuentes más profundas del dolor.

Solo por conocer a uno de sus protagonistas, un inefable niño de cuatro años llamado Ulises Macauley, merecería la pena leerse esta novela; pero es que además, como decía, es un canto irrepetible a la esperanza, al amor y la fraternidad. Una epifanía deslumbrante y embriagadora que te deja lleno de asombro. Háganse con este libro y, antes de que lleguen los ágapes salvajes, los discursos monárquicos y las miserias familiares, léanlo en la fragante soledad de sus casas. Busquen un buen sillón y eviten, en la medida de lo posible, oír de fondo alguno de esos programas donde los tertulianos o los participantes chillan como desgraciados. Es posible que no les haga mejores personas, pero al menos encontrarán un estímulo estético y moral para seguir caminando dignamente en este fantasmagórico valle de lágrimas.

tracking