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Publicado por
ernesto escapa
León

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Este verano, en Llanes, pude ver la exposición de cartografía militar de la montaña leonesa, al regreso de Miyares, adonde había ido a descubrir la casona indiana de los Pintueles, en la que descansaba los veranos Ricardo Gullón. La muestra se anunciaba con el reclamo del Frente Norte, que como no sabe mucha gente estuvo en León, de Babia a Picos de Europa. Así que aquella tarde de agosto iban acelerando la visita los llaniscos, mientras nos demorábamos en su recorrido los visitantes cismontanos de aquí abajo. Ahora la exposición puede verse en el edificio consistorial de la Plaza de las Palomas y conciliar sus apuntes con los rastros de la memoria, aquel relato temeroso de los abuelos, que ilustraban su recuerdo con datos que la cartografía ignora.

El 9 y 10 de septiembre de 1937 fueron días guarros, azotados por un fuerte temporal de lluvia y cirria. La crónica bélica de Antonio González de Lama, que relata aquella conquista de las cumbres de Carrocera, devalúa el control de los pueblos del piedemonte ante el logro de Fontañán y los Amargones, antesala para entrar al valle de Gordón. Fontañán es la Fonfría de la última novela de Trapiello, un pico migado por los bombardeos nazis de aquel verano. Una cosa es decirlo y otra verlo. Ahora es fácil llegar a él por la pista de la cantera de Sorribos. Se aprecian las fortificaciones, el nido de ametralladoras y la peña demolida por los aviones. Luego, durante años, en aquellos pueblos no se nombraba Fontañán, por el miedo a ser oído; se decía Entrepicos.

Los mapas de la exposición no se reducen al tramo entre La Robla y Luna. Hay otros de San Isidro y Tarna, por donde atacó Muñoz Grandes, o de los puertos babianos, cuyos episodios llevó a su novela Maria Luz Melcón. En mi pueblo estuvo Aranda, que no se movió de su observatorio en Lagarteros, y al frente de la tropa, Gistau, el abuelo del columnista. Para saber por dónde podían atacar la montaña, tomaron como rehenes a varios paisanos y llevaron de guía al cartero. Antes y después de este desembarco, tuvo lugar la represión, que sembró de cadáveres los caminos. Un monumento recuerda sus nombres en Cantarranas.

Carretera adelante, Otero de las Dueñas nos remite a otra aventura cartográfica, la de Tomás López a fines del siglo dieciocho. Fue el pionero y su tarea la han rescatado los profesores Reguera, Durany y Patrocinio García en un libro espléndido: Relaciones Geográficas de la provincia de León. Sus materiales darían para una exposición magnífica. López dibujaba los mapas con los croquis y datos que le enviaban las fuerzas vivas. El cura de Otero lo hizo con ripios y a conciencia: «En esta villa fatal, / hay un convento de monjas / Bernardas, que son esponjas / de la sustancia rural».