DESDE MI PALOMAR por JOSÉ LUIS PRADA
Derechos y deberes
Estos días que estuve en casa un tanto recluido «cuidando» la bronquitis que tenía, leí, mejor dicho releí, un librín de Gregorio Marañón que escribió en los años 50. Nada más empezar a leerlo hablaba de los derechos y deberes de la sociedad de aquel momento (hace 63 años)… La verdad es que yo alucinaba… es como si me estuviese hablando aquí y ahora… en el 2013…
Me explico: desde hace mucho tiempo siempre me extrañaba el que todo Dios pedía, mejor dicho, exigía un sinfín de «Derechos»; Tener derecho a una vivienda digna, a tener coche, a tener una segunda vivienda, a tener vacaciones, a tener un trabajo bien pagado trabajando lo menos posible… a exigir y pedir «que había que administrar y rediseñar el tiempo del ocio», la cultura del ocio, se decía… ya que la gente se aburría y no sabía qué hacer con el dichoso ocio que con tanto ahínco pedía…¿?¿? Yo, la verdad, es que desde mi perspectiva, desde mi óptica, no lo entendía… no me cabía en la cabeza esa obsesión por «los derechos». No lo entendía ni por supuesto compartía… pero… tampoco hice nada para rebatir aquella corriente de derechos que se pedían hasta el infinito… no lo hice como siempre, por miedo a «meter la pata»... pues manifestar, en aquel momento, que los derechos tenían que ir unidos en lazo indisoluble con los deberes… era una herejía… ¿Deberes?... ¡tú toleas!... ¿en qué siglo vives Prada?... ¿pero no ves que la sociedad está avanzando a pasos agigantados?... ahora el ser humano, decían, tiene que «disfrutar» de todos los adelantos de la técnica, ahora tenemos derecho a todo…¿?¿? ¡hala!... a callar… no te quedaba más remedio…
Pensaba antes y ahora me ratifico, sin ninguna duda, que el hombre tiene unos deberes ineludibles como niño, como joven, como hombre maduro, como profesional y también como hombre ya entrado en años… ¡ojo! la mujer idem de idem, ahí no hay diferencia… esto es irrebatible… Si a un niño no se le exige que estudie, que sea pulcro, que sea respetuoso con los mayores y con sus profesores, que cumpla y ayude en casa, si no se le exigen estos deberes y, en aras a esa mal entendida liberalidad, se le concede todo por generación espontánea… él, ni que decir tiene, se va a creer que tiene siempre derecho a todo…
Cuando esta idea se generaliza y se asume como un dogma de fé por una mayoría ingente de la sociedad, como está pasando en estos momentos, se llega a un punto de no retorno y hay que asumir la dura y cruda realidad. El devenir de la historia no se cambia sólo con el canto alegre y feliz de las cigarras sino con el trabajo duro y persistente de las hormigas… Aquí y ahora ya no valen actitudes progresistas ni falacias ni cuentos chinos…
Digo también, como decía Marañón, que los derechos se dan desde fuera, son como un regalo, son como un sueño de la ansiada igualdad humana a la que todos, de alguna manera, aspiramos ya sea tanto los ricos como los pobres, los fuertes como los débiles, los hombres o las mujeres, los inteligentes o los débiles de espíritu… Cualquiera que sea nuestra condición tenemos derecho a la enseñanza, a la libertad, a la sanidad, a intervenir en la vida pública… y, en teoría, todo repartido por igual… de acuerdo, y este es el quid de la cuestión: ¿quién asume el deber? Porque el deber no puede ser igual en el fuerte que en el débil, no puede ser igual en el atleta que en el raquítico, no puede ser igual en el trabajador que en el holgazán, no puede ser igual en el niño que en el mayor… Y una cosa tengo clara: El deber no es ninguna maldición, el deber es consustancial con el hombre y es lo que más lo dignifica y enaltece. Cuando un individuo o una colectividad, pequeña o grande, asume unos deberes como bandera de sus existencia… el progreso no se hace esperar, por eso, cada vez estoy más convencido de que la igualdad es una entelequia imposible de que sea efectiva y real. ¿Derechos? Lo que quieras… pero con deberes indefectiblemente, en bien de ti mismo y, sobre todo, en bien de la colectividad.
Sugiero, así de pronto, el instalar una balanza, de aquellas que había con dos platos, en lo más alto del brazo de la Estatua de la Libertad, allí en la bahía de Nueva York… en un plato pondría todos los derechos juntos, estaría lleno a rebosar, eso seguro… en el otro los deberes… habría menos, eso desde luego, pero no dudar nunca nadie de que este plato, el de los deberes, levantaría al otro siempre, ya que los deberes «pesan» y son consistentes a lo largo de la historia, da igual que fuese hace 2.000 años, que 83, cuando lo manifestaba Marañón, que ahora en el momento en que escribo esta carta… ¿derechos?... los que quieras, todos… porque como son fáciles de pedir… por pedir, que no quede… pero al final, como todo lo fácil, son demasiado inconsistentes, demasiado etéreos… en definitiva… pesan poco… no producen…
¿La comparación entre ambos?... No es de recibo… ¡No ha lugar!...