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Publicado por
León

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A rden los cafés en la Costa del Sil al calor que desprende la visión de los bin laden malvas que brotan de las cajas de seguridad del viejo . Proliferan los improperios de la legión de los cada vez más desnutridos que desayunan un cortado y un vaso de agua y de un montón de pequeños damnificados que nunca se creyeron lógicamente, pese a la persistencia de los penúltimos consiglieri , que el hombre y su familia se hubieran quedado casi desnudos. Vuelan los insultos entre dientes y amarga la indignación frente al refrendo policial y judicial del «unos tanto y otros nada».

Cuentan ahora, siempre en el filo de la realidad con la leyenda urbana, que los periodistas se quedaron cortos. Que no eran ni uno ni dos millones de malvas los que dormitaban entre la pensión de Botín y el búnker del bloque de enfrente. En la comisaría jamás vieron pasar por delante tantos billetes, ni cheques al portador. Naderías en todo caso, si hubiera tiempo para darse un garbeo por las Caimán, Belice, Santa Lucía, Jersey u otros paraísos a miles de kilómetros de la paupérrima capital de la Costa del Sil.

Crepita en los cafés la mala leche de los parroquianos indignados directa o indirectamente sobre la lectura y la visión blanqueadora del periódico. Mucho ruido y no pocas nueces. Un rumor leve si se comparara con el sudor ártico que podría empezar a recorrer el cuerpo de no se sabe bien de cuántos cientos de notables, desde la plaza del Obradoiro a Fuensaldaña y aún más allá, si al tenaz magistrado que terminó sacando a la luz el Calixtinus de una bolsa descuidada le diera por escudriñar los «accepti» de los desaliñados «códices» con pretéritas anotaciones contables que aparecieron entre sobres con nombres de pila e iniciales. Entonces podría arder Troya. Y algunos hasta se explicarían la «omertá» de ciertos carguillos en la propia Costa del Sil tan celosos con las sociedades de algunos empresarios autóctonos y tan desidiosos con las de otros.

Lástima que al viejo , tan perspicaz para los negocios a la otra usanza en el peor y el mejor de los sentidos, le anteceda esa fama de no haber distinguido nunca mucho entre una «v» y una «b», detalle crucial para las pesquisas judiciales cuando entre iniciales anda el baile y cuando al hombre hace ya tiempo que su memoria le dijo adiós. Y no hablamos de Marbiella .