Eloy Bécares Mantecón
Los bosques de la ribera
El sábado pasado fue el día mundial de los humedales, excelente ocasión para recordar uno de los más afectados por la actividad humana, el soto o bosque de ribera, uno de los ecosistemas húmedos más vilipendiados por parte de la sociedad, especialmente en época de riadas. Ante una inundación no es raro escuchar la necesidad de «limpiar el río» como remedio infalible para evitarla, cuando en realidad es todo lo contrario. La deforestación de las riberas, especialmente en las zonas de cabecera de ríos y afluentes, aumenta la gravedad de las inundaciones y riadas. Los sotos interceptan y detienen la escorrentía, sirven de esponja a las crecidas y ayudan a la recarga de acuíferos. Mantener el bosque de ribera ayuda a prevenir pérdidas millonarias y disminuye la necesidad de construir, o reconstruir, estructuras para el control de avenidas.
Hace mucho que sabemos que para controlar las inundaciones los ríos deben gestionarse teniendo en cuenta toda su cuenca y no sólo alguna de sus partes. Es mucho más adecuado reforestar y mantener el bosque de ribera de toda la cuenca que construir canalizaciones. Los ríos inundan su álveo como ciclo natural, no es una patología, el río no nos agrede, simplemente reclama lo que es suyo. Los ríos nos recuerdan continuamente que son sistemas dinámicos que necesitan su espacio y que lo recuperan dramáticamente cuando se les invade. Sustituir el bosque de ribera por escolleras o estrechas motas supone aumentar la energía de la corriente, lo que incrementa la erosión del lecho y el consiguiente descalzado de pilares, rotura de azudes o colapso de márgenes. Los encauzamientos no resuelven los problemas de inundaciones, sólo los desplazan y agravan aguas abajo. Si se mantuviese y fomentase un buen bosque de ribera, y se reforestasen las zonas de cabecera de los ríos, una buena parte de las avenidas estarían controladas. Mantener el bosque de ribera y respetar las zonas naturales de inundación del río son las medidas más económicas y adecuadas, pero las que más se incumplen y por lo que, a menudo, se paga un altísimo precio en vidas y propiedades
Además de la protección frente a las inundaciones que ofrecen los sotos, y de su indudable valor como corredor para la fauna y mantenedor de la biodiversidad y de la producción piscícola, algo importante en nuestra provincia; el bosque de ribera tiene otra función mucho menos conocida, la de eliminar los contaminantes. Un bosque de ribera bien desarrollado es capaz de eliminar el 100% de los fertilizantes que arrastra la escorrentía superficial en las zonas de cultivo y que podrían llegar al río. El bosque de ribera es también muy eficaz degradando compuestos mucho más peligrosos para la salud como son los pesticidas. Las altas concentraciones de nitratos y pesticidas que se han detectado en el río, pozos de riego y aguas de abastecimiento de algunas zonas del Órbigo y Esla podrían verse reducidos si se favoreciera el desarrollo de esta excelente depuradora lineal que es la vegetación de ribera.
El gradiente de inundación que se establece en los márgenes a medida que nos alejamos del lecho favorece una alternancia adaptativa de la vegetación, desde plantas que necesitan tener sus raíces permanentemente inundadas hasta aquellas que toleran menos la inundación, esta altísima diversidad de vegetación y de los microorganismos asociados, es la responsable de la eficacia depuradora del bosque de ribera. La anchura del soto necesario para una eficaz eliminación de los contaminantes depende de muchos factores, pero de forma general oscila entre unos pocos metros a casi los 100 m. Cuanto mayor sea la superficie dedicada a la agricultura intensiva, mayor debe ser el desarrollo del bosque de ribera en los ríos, regueros y canales que la atraviesan. Sin embargo lo común es lo contrario, la quema estacional y la constante destrucción de la vegetación riparia. Está claro que el río es el reflejo del uso que se hace de la cuenca, si esta se deforesta y se contamina habrá menos agua, tendremos riadas, y beberemos aguas más contaminadas aunque construyamos embalses, escolleras o depuradoras. Debemos aceptar que, como dijo Heráclito, la salud del hombre es el reflejo de la salud de la tierra, y en este caso el bosque de ribera puede solucionar buena parte de nuestros problemas.