LA VELETA
De suicidios y desahucios
Cuesta entender que haya gente a la que no solo no conmueven los casos de suicidio relacionados con los desahucios sino que comparecen en los medios de comunicacióni descalificando a quienes reclaman un cambio en la actual Ley Hipotecaria. Cambio para establecer la dación en aquellos supuestos de insolvencia sobrevenida o en los que los desahuciados son ancianos sin recursos. No hay dos casos iguales y ante alguien que decide quitarse la vida hay que extremar la prudencia antes de sentenciar acerca de las causas que han podido influir en la toma de una decisión tan drástica.
Pero una cosa es la prudencia, la disposición permanente a no dar por sabido nada antes de estudiar a fondo todos los detalles de la noticia y otra cerrar deliberadamente los ojos negando siquiera la posibilidad de que la angustia insuperable que puede provocar un aviso de desahucio pueda ser el motor de un proceso que concluye en suicidio.
Ya digo que me sorprende la dureza de corazón de quienes ante casos relacionados con desahucios o de las concentraciones de personas que tratan de impedirlos tildan de demagogia la defensa que se está realizando del más débil. En este tipo de episodios el más débil siempre es evidentemente el desalojado. Nunca el banco o la caja de ahorros.
Medios hay que, junto a páginas de publicidad de determinados bancos, difunden reseñas y opiniones en las que se desacredita a quienes denuncian el escarnio que supone que algunas de la cajas de ahorro rescatadas con dinero público estén en la lista de las entidades más activas en materia de desahucios. Entidades cuyos responsables actúan con el descaro de quienes se creen con derecho a ser protegidos (con dinero público) de las consecuencias de sus propios errores (los pufos encadenados a las operaciones inmobiliarias y financieras de alto riesgo), mientras que a los más débiles, a los titulares de una hipoteca a la que no pueden hacer frente por haber perdido el empleo no se les considera dignos de tal protección. Contra estos hay que ser implacables. No basta con los lanzamientos. Dejar a la intemperie a los desahuciados no les parece suficiente. Siguiendo una vieja consigna de paradójicas resonancias leninistas hay que desacreditarlos, a ellos y a quienes los defienden. Y para eso están siempre de guardia algunos comunicadores. A quienes han cruzado esa raya no deberíamos llamarles periodistas. Son otra cosa. Y suena mal.