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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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Resulta cansino decirlo, pero lo cierto es que todo gravita en torno a esa crisis que viene a ser un golpe de Estado perpetrado con la intención de distribuir la riqueza hacia arriba. El infierno de la recesión y el látigo de los mercados nos traen a mal traer, y precisamente por ello te pone de los nervios hojear viejos papeles hasta encontrar un reportaje publicado en este periódico por María Jesús Muñiz y centrado en las antes idolatradas cajas de ahorro, que presumían entonces de conceder al personal «préstamos con corazón». Ahora que han sonado todas las trompetas de Jericó semejantes palabras suenan a chiste de Chiquito, ante la evidencia del reguero de cadáveres económicos que han dejado por el camino tan insignes instituciones.

Mi magro patrimonio siempre ha estado a buen recaudo en La Caixa, distinguida por su evangelio de buenas prácticas. Tengo excelentes amigos en el cuadro de mandos, como Luis Javier o José Galán, pero a mí me tira más el mujerío. Hablo de las gentiles damas que defienden a ultranza los intereses de La Caixa desde la oficina de la Inmaculada. Tres muchachas laboriosas como hormigas y, además, de esas que te alegran la respiración. Ahí tenemos a Charo, cuyo bello rostro envuelve un alma solidaria que destina sus días vacacionales a repartir compromiso por muy remotos confines. Más dada a frivolidades mundanas es Pilar, una morenaza que arrasa por donde pasa. En su último viaje, sin ir más lejos, fue coronada como musa de la movida ateniense por su ilimitado sabe estar. ¿Y qué decir de la pizpireta Belén? En una reciente fiesta programada por el colegio de abogados en el Hostal de San Marcos subió al escenario y se marcó junto al grupo una versión de Una chica ye-yé que emocionó a los jurisconsultos, hasta el punto que la confundieron con Lady Gaga. Buena gente las Caixeras, de verdad.

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