EL RINCÓN
Camisa blanca..
Aver, hagan la prueba: tecleé en San Google lo siguiente: «mapa de la corrupción en España» y aparecerán, en 0,29 segundos 6.800.000 resultados a elegir por comunidades, por partidos, por orden cronológico. Quédese por ejemplo con «Mapa de Corrupción por Partidos Políticos-Google Maps» creado, según pone, el 19 de febrero del 2011 y actualizado el 1 de febrero del 2013, imagino. El panorama tira a desolador: aquella «España camisa blanca de mi esperanza», que escribiera el genial comunista Blas de Otero, es hoy un jirón desvencijado, una piel de toro —admitamos el tópico— que se desangra por decenas de banderitas/banderillas clavadas en toda su extensión de Norte a Sur y de Este a Oeste incluyendo, tristemente, la España insular.
Pensaba sumar el total y luego dividirlo por partidos, pero cuando iba por el 160, no sólo me perdí sino que me pareció un esfuerzo masoquista, un ejercicio de flagelación inútil y, sobre todo, triste.
Quizás ya la única pregunta posible sea cómo hemos llegado a esto y la única respuesta urgente cómo podemos salir, que detergente nuevo va a ser capaz de blanquear tanta borrón, tantas traiciones a tanta gente que ni siquiera tiene qué ponerse. El mal de España se ha incrustado en el sistema y sólo el mismo sistema podría empezar a resolverlo. La abstención masiva nunca será tan masiva como para cambiar las cosas y las concentraciones asamblearias se agotan en si mismas y terminan ramificándose y enfrentadas.
Tal vez los medios y las redes sociales presionen lo suficiente, pero tienen que ser los propios partidos desde dentro, las voces críticas tantas veces silenciadas, las que se atrevan a jugársela y volver a establecer dialécticas creadoras y positivas que impulsen la regeneración. Y tiene que ser el Poder Judicial el que tome conciencia de su misión sin que las ideologías de cada uno se reflejen luego en las sentencias. Tiene que haber gente independiente (berlusconis abstenerse) dispuesta a enrolarse con condiciones, en lo que ya tenemos porque es imposible partir de cero otra vez, volver a empezar. Este país no es mejor ni peor que otros, pero muchas de sus instituciones básicas han degenerado. Esto tiene que cambiar y quiero pensar que mis nietos verán a España con los ojos y la voz de Blas de Otero: «España camisa blanca de mi esperanza. Paloma buscando cielos más estrellados donde entendernos sin destrozarnos, donde sentarnos y conversar».